ACTUALIDAD MUSICAL - Una gira prometedora (BERRI TXARRAK) y dos discos esperados que nos llegan a final de año (SPOON y LOS ENEMIGOS)

Con un poco de suerte, si mi agenda me deja, me gustaria estar el 11 de junio en la Riviera viendo a estas bestias del directo que son Berri Txarrak.
Que ganas de escuchar su próximo disco.

Quienes parecen que lo han bordado son SPOON, según dice mi buen amigo Juanma en la crítica abajo copiada.
Y quienes nunca harán un mal disco, pero no es el mejor, aparecen los Enemigos con "Vida Inteligente".




EXTRAIDO DE ZONAZERO.NET

Los navarros Berri Txarrak, que están a punto de editar su nuevo álbum "Denbora Da Poligrafo Bakarra" el 24 de noviembre, han anunciado las fechas de la gira con la que abrirán el año que viene. Con casi 30 destinos, la mayoría de ellos en territorio español pero con algunas incursiones en Francia o Alemania, la gira comenzará en San Sebastián el 9 de enero y se extenderá hasta el 22 de mayo, cuando toquen en Palma de Mallorca. 





Spoon - The Want My Soul



EXTRAIDO DE MUZIKALIA (GRAN CRITICA DEL GRAN JUANMA CABALLERO. SI NO LE HUBIESE CONOCIDO NO HUBIESE TENIDO UN BLOG MUSICAL EN MI VIDA. GRACIAS.....)

Empezar la casa por el tejado. Esto es lo que debieron pensar los tejanos Spoon cuando decidieron el orden de las canciones de su nuevo disco, uno de los mejores en lo que va de año. Ya que de los diez temas que lo componen sólo dos canciones no superan el corte del notable alto. Sorprendentemente las han situado al principio, con el riesgo de distracción que esto supone en la era de internet, donde la máxima es "me lo como todo y rápido". Pero claro estamos hablando de Spoon, una banda que está llamada a repetir el éxito masivo cocinado a fuego lento que consiguieron The National tras la publicación de su "High Violet" (2010); y por tanto su público está ya más que acostumbrado a no quedarse con las primeras apariencias. Y bien que hacen, porque "Inside Out" y "Rent I Pay" no son sino el eslabón más débil dentro de un disco en el que la banda ha optado por reformar todos sus trucos y tics para recolocarlos y reforzarlos de manera inteligente dentro de unas canciones tremendas, aparentemente sencillas y cargadas de bonita y necesaria bisutería. Han construido un puzzle distinto a base de hacer casar las mismas piezas de forma distinta. El resultado no nos puede gustar más, sensiblemente mejorado con respecto a su anterior entrega, "Transference" (2010), y prácticamente brillante en toda su duración, el álbum es un compendio adictivo de los mejores manuales del buen hacer de un músico.

Superado el bache de las presentaciones, ya con la tercera canción, "Rainy Taxi" la banda consigue desplegar toda su grandeza, y lo que es más complicado, hacerla llegar hasta el que les escucha. Con un carismático Britt Daniel constantemente presente y en perfecto estado de forma, tanto vocal como compositiva, la canción es una cristalina amalgama desmenuzada de notas musicales debidamente colocadas sobre su instrumento de origen. Por encima de riffs, arreglos de teclado y guitarras metálicas, se encuentra la voz más desesperada que nunca de un Daniel que asegura que si (su amante) le deja nunca será capaz de volver a cantar una melodía, mientras que el álbum sigue girando para dar paso a otra canción desesperanzadora, "Do You", en la que los ritmos toman el control y se imponen sobre el eco de las voces, ofreciendo una de los melodías más reconocibles de este adictivo larga duración. Liviano y ligero gracias a vericuetos tan bien orquestados como el nervio compositivo que sustenta "Knock Knock Knock", de lo mejor que han publicado hasta ahora, con un efectista ritmo guitarrero y una juguetona melodía silbada. Os aseguro que cuesta escoger una canción que destaque por encima del resto debido a la acertada inspiración y la precisión en la ejecución.

El contrapunto a tanta ligereza lo encontramos en "Outlier", más claustrofóbica que el resto de la colección y sin duda otra de las grandes proezas de este disco. Un tema con cierto regustillo británico tan impropio de estos americanos, que no hace sino armonizar una amplitud de sonidos brillantes y atmósferas vespertinas que sacuden el juguetón rasgueo de ritmo opresor que caracteriza al tema. A partir de ese punto de inflexión vuelve el álbum a retomar el vuelo con la canción que da nombre al álbum y que podríamos definir como la perfecta canción típica de Spoon, con un glorioso final que nos deja escuchar a un Britt Daniel en pleno apogeo vocal, desgañitándose mientras clama a quien le quiera escuchar que alguien les quiere robar el alma. Y es que parece que todo el álbum gira en torno a la idea de esa autoafirmación. Tras más de cuatro años de parón en los que el fantasma de la disolución ha ocupado más titulares de los deseados, su nueva puesta en circulación viene a certificarnos que a pesar de los desmandes que aparentemente han sufrido con el show business la banda está alcanzando cuotas de creatividad antes simplemente apuntadas.

Un apunte adicional para los amantes del vinilo, la primera edición del prensado viene en un precioso vinilo transparente con un sonido realmente abrumador. Y es que escuchar el tono "estoniano" que se esconde en "Let Be Mine" o el apoteósico final de la "popera" "New York Kiss" con un sonido tan extremadamente cuidado convierte cada escucha de este álbum en un memorable y recomendable recuerdo musical.



LOS ENEMIGOS

Vida inteligente

Redactor Enrique Peñas

EXTRAIDO DE MONDOSONORO

En los años 90, cuando en muchos casos mandaba la música del azar, cada disco de Los Enemigos suponía una apuesta ganadora, reencontrándonos con un rock cabal, afilado, vestido de costumbrismo y humor negro. Una etapa que se cerró oficialmente en 2002, cuando sus principales actores dieron por agotada la fórmula y cada uno tiró por su lado: Josele Santiago emprendiendo carrera en solitario, con un sonido más reposado, y Fino Oyonarte dando salida a su faceta más pop en Clovis (más recientemente lideraría también Los Eterno). Hubo conciertos de despedida, abrazos y demás, con la certeza de que decíamos adiós a uno de los grandes grupos de aquellas últimas dos décadas; un grupo, además, casi único en su especie, tendiendo (involuntarios) puentes entre quienes gustaban del rock más clásico -en ningún caso sinónimo de acomodado, más bien todo lo contrario- y quienes llegaban a lo que fue la escena independiente por la vía de bandas como Surfin’ Bichos. Así estaban las cosas hasta que hace un par de años hubo un primer concierto de reunión, luego otro, y otro, y al final toda una gira.

Lo mejor de ‘La Revuelta Enemiga’ no fue simplemente el hecho de volver, sino comprobar que el tiempo transcurrido desde su último trabajo no había hecho mella en su propuesta. Más aún: alguno de estos directos fue verdaderamente pletórico; nada de ejercicios de melancolía, sino un puñetazo en la mesa. Por eso, el anuncio hace unos meses de que Los Enemigos culminarían su regreso con un nuevo álbum, quince años después de “Nada”, fue recibido con júbilo por una parroquia que se mantenía fiel y tenía ganas de más. Decía Josele Santiago que como banda estaban viviendo “un momento muy dulce” y que, para no ser rácanos, lo que iban a ser cuatro temas acabaron siendo catorce. Y he aquí que estamos ante “Vida inteligente”, el noveno disco de Los Enemigos (amén de dos bandas sonoras y unos cuantos recopilatorios) y, desafortunadamente, el primero -más allá de “Ferpectamente” (1986) y “Un tío cabal” (1988), en donde su sonido aún estaba por definir- que no logra provocar el calambre que llegaba (y llega) al escuchar canciones como “Miedo”, “Paquito”, “La cuenta atrás”, “Septiembre”, “Ná de ná”, “Brindis”, “Me sobra carnaval”, “Alegría”, “Dentro”, “¿Por qué yo?” o “No importa”. 

Ya el homónimo adelanto de este disco sembraba algunas dudas: “Vida inteligente” tenía un arranque claramente ‘enemigo’, con la voz de Josele Santiago marcando la pauta y todo en su sitio, tal como esperábamos, pero no enganchaba como antaño. Faltaba algo que siempre ha tenido el veterano grupo madrileño: chicha. Quizá fuera cuestión de tiempo, pero la realidad es que, con sus aciertos -que también los tiene-, este trabajo se queda cojo. Hasta la fecha, los tres últimos discos de Los Enemigos eran bien distintos, pero cada uno a su manera sentaba cátedra:“Tras el último no va nadie” (1994), “Gas” (1996) y “Nada” (1999) eran tratados maestros sobre la angustia, la rabia y la pérdida. Quince años más tarde, “Vida inteligente” es un álbum correcto, en donde la alternancia de temas con mayor pegada y los cortes más lentos se acaba haciendo demasiado previsible, sin dejar además el poso que sí tienen los capítulos más brillantes de su trayectoria, con “La vida mata” (1990) a la cabeza. Tampoco el inicio ayuda en exceso: “Gurú” es una canción definitivamente menor, sin mucho donde rascar, y “Firme aquí”, adentrándose en la estafa de las preferentes (más sangrante aún en estos días de tarjetas negras), no acaba de enseñar el colmillo como merecía la ocasión. “Santos inocentes” sí tiene más sabor a clásico, lo mismo que “Café con sal” o la rotunda “Aflicción”, con un notable poderío rítmico; es en estos momentos de más fuerza cuando el disco sube su nivel, lo mismo que luego en “Ciudad satélite” (con Fino Oyonarte como vocalista) o “Cementerio de elefantes”, aquí recordando las maneras del rock urbano de bandas como Leño. 

Puede que en un disco más corto la sensación fuese otra, porque al final son más los pasajes de pausa que los consagrados directamente a la acción. Es verdad que siempre ha habido temas lentos en la trayectoria de Los Enemigos, y en este caso hay más que nunca, pero más no significa mejor. Lejos queda la intensidad de “Sin hueso”, “La otra orilla” o “Estás (cuando te vas)”. Si acaso, funciona el doble final de “Cuatro cuentos” y “No es igual”, pero “Estrella fugaz” o “Mare nostrum” no logran atrapar de igual forma. Se sitúan más en la línea de los primeros trabajos en solitario de Josele Santiago, intachable en la voz, aunque sin el empaque y la lírica que encontrábamos en “Las golondrinas, etcétera” (2004) o “Garabatos” (2006). Es, en definitiva, la constante de “Vida inteligente”: un trabajo que guarda unos cuantos minutos más que estimables, pero que palidece frente a las grandes obras de sus protagonistas, haciendo que la nostalgia por los años pasados se imponga a la emoción del reencuentro. Por suerte, el hecho de haya nuevo disco garantiza que lo mejor de este regreso lo encontraremos una vez más sobre el escenario.

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