Capítulo 234. Frases escondidas en canciones. Hoy....MARIA RODES (canta copla) y CARLOS ANN.



Ya sé que vas diciendo que soy malo, que el alma tengo muy negra, ya sé que de mí vas así hablando y es que el despecho te está matando de no ver tu pasión correspondida y en la vida lo lograrás (María Rodes canta copla)

De Carlos Ann ya dijimos unas cosas (y muy buenas) hace unas cuantas entradas.
De María Rodés ya dije en su momento que me encanta esa voz dulce que complementaba era cara inocente de niña buena.
Las frases de hoy están sacadas de un disco que le empecé a escuchar con reparo porque eran versiones de coplas, pero al final la copla casi brilla por su ausencia porque María la convierte a su estilo.
Y veo que no soy el único ya que la web de referencia jenesaispop puso una nota de 8/10 a este disco y más abajo os incluyo la crítica.


Cuando de veras se quiere, el miedo es tu carcelero y tu corazón se te muere si no te dicen te quiero (María Rodes canta copla)
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El día que nací yo que planeta reinaría, que por donde quiera que voy que mala estrella me guía (María Rodes canta copla)
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Agua que no has de beber, déjala correr (María Rodes canta copla)
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Si hablando de mi vas a la gente porque en mi reja lloras como un niño, por qué en mi pensando pasas la vida si mi camino no vas a lograr (María Rodes canta copla)
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Tú no has dado en tu vida una sola limosna, no has curado una herida ni has hecho un favor, encerrado en tu mundo de egoísmo inhumano, no has tendido la mano para calmar el dolor. Pero un día alguien te preguntará por tus obras buenas y llorarás con pena al ver tus manos vacías (María Rodes canta copla)
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La poesía desea morirse, “adiós televisivo mundo, me voy” (Carlos Ann)
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Hoy me siento tan solitario que mi soledad maldice tu ausencia (Carlos Ann)
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Entiendo que soy difícil y que me guardo las emociones, que solo las transmito en canciones (Carlos Ann)
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El verano se acabó, el solo se ha ido, nos ha engañado, y es que sé que no nos volveremos a ver y que el invierno será un infierno (Carlos Ann)
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Que será de aquellos turistas a los que prometía amor eterno, al día siguiente sufría de amnesia, la resaca de la indecencia (Carlos Ann)
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Con la excusa de la adolescencia, los errores son perdonados, incluso purificados (Carlos Ann)

extraído de jenesaispop.com

La copla fue durante décadas el género musical más popular y característico en nuestro país, especialmente en la negra etapa de la Guerra Civil, la posguerra y el franquismo, que lo tomó como adalid de “lo español”. Eso le valió también el desprecio de los más jóvenes, que clamaban (a menudo en silencio) por libertad y envidiaban la diversidad cultural extramuros. Ese rechazo se prolongó durante décadas e incluso, en los 80, fue utilizado por algunos artistas como un elemento de provocación. Sin embargo, entre las más jóvenes generaciones de artistas estatales de pop y rock hay un aumento de interés por usar la tradición y el folclore como elemento distintivo y singular. Entre ellos, la cantautora Maria Rodés se arroja ahora al nada desdeñable desafío de reinterpretar, muy a su manera, algunas de las coplas más populares (otras no lo son tanto, algunas ni siquiera lo son) de la historia.
Rodés, cantautora intimista (que no triste, ojo) y de preciosa y reconocible voz, está lejos de cumplir con el arquetipo de intérprete de copla. Pero, obviamente, el objetivo de la catalana está lejos también de imitar la dramatización exagerada y los gorgoritos de Imperio Argentina, Marifé de Triana o Lola Flores. Más bien, reivindica la grandeza compositiva de León, Quintero, Quiroga, Solano y demás, llevando a su propio e inconfundible terreno estas canciones y proclamando su vigencia y enormidad. Maria ya destacó en ‘Una forma de hablar‘ y ‘Sueño triangular‘, además de por su dulce registro vocal, por sus imaginativas y singulares producciones, que dotan a sus canciones de una especie de trasfondo de ensoñación que las enriquece y las hace únicas. En este caso, asistida por la rica visión iconoclasta de Mariá Folch (La Troba Kung Fú) y Guillermo Martorell (El Chico Con La Espina En El Costado), en ‘Maria canta copla’ consigue que esa sea su seña de identidad y que dé cohesión a una obra que va mucho más allá de un simple disco de versiones.
Los vientos contenidos y la simpática reminiscencia hawaiana en ‘Tengo miedo‘, el toque goth-folk de ‘El día que nací yo’, la base de hip hop oscuro que introduce ‘Marinero de la barca’ (antes de convertirla en una pseudo-jota), los divertidos coros de ‘Agua que no has de beber’, los aires jazzy empleados en ‘Manos vacías’ que luego derivan en mariachi, son algunos de los muchos detalles que pueblan este álbum y que le dotan de entidad propia y aclaran que estamos, inconfundiblemente, ante un disco de Maria Rodés, que no es un pasatiempo sino el tercer álbum de su discografía (además de sus proyectos paralelos). En todos ellos, María hace un fantástico uso de la buena tropa de músicos que la acompañan, entre los que destacan sobremanera los vientos y cacharros diversos de Pep Pascual (habitual cómplice de Pascal Comelade) y las guitarras de corte clásico de Mario Mas (acompañante habitual de Sílvia Pérez Cruz e hijo de Javier Mas, el fiel guitarrista de Leonard Cohen).
Solo ‘Que nadie sepa mi sufrir’, bastante ortodoxa pese a esa simulada caja de música de fondo, permanece fiel al vals peruano original, quizá a modo de homenaje a su intérprete más recurrente, María Dolores Pradera. Si entre todo el muy cohesionado y estupendamente secuenciado conjunto, tuviéramos que quedarnos con algunos momentos, yo sin duda señalaría la épica eléctrica de ‘Tres puñales‘, la cadencia de vals tabernario y mediterráneo aplicada a ‘Tatuaje’, en la que Albert Pla ejecuta significativamente el papel del deseado marinero, y ‘Ay pena, penita pena’ que, despojada de todo exceso, es aquí transformada en una delicada habanera fantasmagórica, que enfatiza todo el poder de una letra inconmensurable. Desde el respeto pero sin límites, Maria Rodés presenta una obra fantástica que no solo tiene un gran valor didáctico para nuevas generaciones sino que, además, le permite lucir todo su talento, logrando que unas canciones tan aparentemente apolilladas consigan sorprender, conservando todo el poder trágico de sus letras.

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