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Sonidos de América Latina - VOL 1 - ANDRÉS CALAMARO "El Salmón" (2000)




Andrés Calamaro
"El Salmón" 2000



 Miro las etiquetas de mi blog y buscando Andrés Calamaro me aparecen 18 publicaciones sobre él. No se si son muchas o pocas en las 1700-1800 que debo llevar en estos 7 años, pero creo que posiblemente esté entre los 10 artistas que más haya mencionado.
Asi que creo que no tuve muchas dudas en empezar esta sección de "Sonidos de América Latina" con el artista argentino.
Y por supuesto tampoco tuve dudas, de que lo haría con "El Salmón" (2000) que incluye posiblemente una de las frases más reveladoras y a la vez sencillas que he oído en mi vida "LA VIDA ES CORTA PERO ANCHA". Si todos la tuviéramos en la mente cada día viviríamos más felices.
En un ataque de creatividad total y actividad frenética, Calamaro publicó hace 10 años "El Salmón" un quíntuple disco con más de 100 canciones, en su mayoría nuevas, y con algunas versiones o remezclas.
Hay una opinión más o menos mayoritaria que opina que el mejor disco de Calamaro es el doble disco "Honestidad Brutal", 1999 (solo un año antes que el Salmón) e incluye 37 canciones, con prácticamente ninguna de relleno.
Pero yo me quedo con "El Salmón", 103 canciones, todo muy heterogéneo, algunas en inglés, otras practicamente esqueletos de canción... pero si me pongo a enumerar, seguro que saco 45-50 canciones increibles.
Portada fea, fea... pero que encierra un disco donde perderse una semana entera, vueltas y vueltas a las canciones y descubrir ese universo Calamaro que ahora se ha vuelto algo más clásico (pero siempre genial), ya que esa época estaba bastante enganchado a las drogas (canta en un tema "que tiene de malo meterse una raya de coca???? QUE ES POCA!!!")


Compañías, etc.

Créditos

Notas

Music Collaborators:
Andrés Calamaro, El Cuino Scornik, Liberto Villagrassa, Lulo Pérez, El Niño Bruno, Candi Avello, Gringui Herrera, Pappo Napolitano, Ciro Fogliata, Guille Martín, Jose Mª Cortina, Ariel Rot, Andy Chango, Gaby Carámbula,Enrique Bunbury, Jaime Urrutia, Cachorro López, El Papa Ikoroh, Tito Losavio, Miguel Zavaleta, Jaime DB, Martin Garcia Reynoso, Jorge Larrosa, Ñete, Fernando Samalea, Alex Badreddine, Coro Mogólico.

Recording Studios:
Buenos Aires: Camboya/Suipacha Hotel
Recorded Between December 1999 - May 2000 in Portaestudio 4 track by Andrés Calamaro.
Madrid: Sintonía Estudios
Recorded between june-july 2000.
Recording and Mixing Engineers: Pepo Martín Scherman, Juan González y Andrés Calamaro.
Aditional Recordings: Deme Gómez, Simón Echeverría
Sintonía Assistant: Alex Badreddine

Mastered in Eurosonic (Madrid)




Texto incluido en el interior del disco:

"Gracias por elegir la dirección contraria, la del Salmón que frente a la corriente sublima la vida y la especie, nada de esto, quieras o no, hubiera sido posible sin la fraternal sociedad con mi carnal Marcelo Scornik, tambien conocido como el Cuino, además del método kamikaze de composición frenética, únicamente dedicados a encender el fuego sagrado de la inspiración y la locura... fácil la receta, evitar la lectura de periódicos, radio, la televisión, el cine... y de ser asi posible... no salir de casa o de donde sea el lugar elegido para la gran actividad. Es dificil narrar con palabras las imágenes que estos ojos han visto durante la grabación, cuyo núcleo artesanal explosionó entre los meses de diciembre y marzo, tal vez obsesionado con la idea de una revolución calendaria irrevertible, por lo menos para mi.... supongo. Las jornadas duraban lo inconfesable, y durante periodos importantes alcanzamos, asi la pena máxima y la ultraviolencia, como el happening... Empezamos en la clandestinidad grabando en aparatos preprofesionales, aquellos que cualquiera despreciaría para sus maquetas inclusive. La presión, tambien conocida como rock & roll, llegó tan lejos, que demandados por daños, trasladamos los bártulos a un apartamento en la calle Suipacha, donde la convivencia resultó en momentos musicales, y poéticos, notables, siempre en cuatro canales, en máquinas grabadoras de plástico que no resistian las horas continuas de uso y abuso. Darte más detalles sería brutal. Una vez recuperada mi vivienda, seguí grabando en la habitación más oscura de casa... Es cierto que podíamos haber terminado en la carcel o en el hospital. Con trescientas grabaciones, una vez seleccionadas 101 volví a Madrid a mostrar el material a mi alma mater Alfonso Pérez.
Volcamos las grabaciones caseras, algunas francamente incendiarias, en modernas computadoras, y tambien incorporé a mis queridos músicos a la vertiente musical. Finalmente grabamos junto con el cassette de la vetusta portastudio, y celebramos el final de una pesadilla como si fuera un sueño.
La verdadera grabación más roquera bine puede llamarse "El Salmón". Bienvenidos salmones a nadar contracorriente. Me quedo con la compañia de mis más antiguos amigos que se atrevieron a llegar hasta el final del rio.
El Salmón fue grabado en diciembre de 1999 en la clandestinidad y la infracción permanente, algunas sesiones alternativas fueron en Circo beat. Durante enero grabamos en Melo Abajo, tambien conocido como Daños. en Febrero, después de un episodio judicial que NO llevó la sangre al rio, seguimos en un saloncito del hotel Suipacha, hasta que un teclado chocó volentamente contra una ventana, y volví a mi casa, a grabar en Camboya Profundo (el estudio más barato del mundo).
No fue fácil decidirse a una transición tecnológica, pero finalmente dí el salto peligroso, trasladando mis grabaciones sangrientas a las últimas tecnologías. Creo que siempre se pierde..... cuando algo se transforma. Asi seguimos a Madrid, en Sintonia en los meses de Junio y Julio, hasta llegar a Agosto, con un paréntesis en Camboya durante Mayo..según recuerdo.
En Madrid grabamos con los músicos además de con otros amigos artistas.
Noventa de las canciones incluyen algunos o los cuatro canales del caserito portaestudio, incluyendo las voces solista grabadas con el micrófono corriente."


El Salmón (directo)


En 2011 esta magna obra se reeditó y así hablaban de este disco en Publico.es

Andrés Calamaro, 

el loco que quiso grabarlo todo

El músico reconstruye la historia de la gestación de ‘El salmón', el monumental disco de 103 canciones del año 2000 que se reedita ahora con cinco temas inéditos



La música popular siempre ha estado acompañada de leyendas que han generado un halo mítico alrededor de la vida de unos artistas que en realidad eran tan humanos como cualquier otro. El rock, que surgió a mitad de siglo XX en pleno auge del star system, ha sido el género que mejor ha sabido aprovechar (y rentabilizar) la existencia de esos territorios legendarios, con el eslogan del Sexo, drogas y rock and roll por bandera y una larga serie de episodios fabulosos que no pocas veces tenían más de fábula que de realidad.
Andrés Calamaro escribió su propia leyenda con el cambio de siglo y afortunadamente quedan suficientes testigos presenciales para recordarla, empezando por él mismo. "Viví mi personal rise & fall y terminé esperando la llegada del 2000 sin comprometerme con fechas. Me dejé secuestrar por mí mismo, por mi nariz y por la libertad. Trasladé el estudio a la cama y sencillamente escribí con deseo, durmiendo dos veces por semana. Estaba inspirado, un poco empachado por la sensación de poder escribir y grabarlo todo", afirma el músico, una década después de publicar El salmón, una obra impensable e indispensable que contenía 103 canciones empaquetadas en cinco CD, y que se reedita esta semana en una versión doble con cinco canciones iné-ditas de la época.
La extenuante gira de Honestidad brutal terminó en Buenos Aires en diciembre de 1999 y, como si con la llegada del 2000 se fuera a acabar el mundo, Calamaro comenzó a componer de forma frenética. Y, claro, a hacerlo rápido: "Fueron días divertidos, artísticos, reventados, marginales, extremos... Estábamos ajenos a todo, prefabricamos nuestra propia realidad y la habitamos".
El mundo siguió rodando en enero, pero él continuó grabando. Primero en su apartamento, hasta que los vecinos lograron desalojarle. Luego en un apartahotel, donde tampoco duró demasiado. Solo o en compañía de amigos como Gringui Herrera y Marcelo Scornik, Calamaro se sumió en una actividad creativa narcotizante y tóxica que él describe como "de extraña alegría": "A los amigos les saltaron las alarmas un poco, pero tampoco me dejaba romper demasiado los esquemas y no dejaba hablar a cualquiera. Estábamos en nuestra fortaleza blindada. Sabíamos lo que estábamos haciendo, casi nunca fumábamos en pipa y ahí hay una diferencia importante; yo hacía lo que se conoce como consumo profesional. Estaba enfocado en una espiral creativa aparentemente ilimitada".
Tres meses después llegó a Madrid. Con él, una maleta Samsonite atiborrada de casetes con las más de 300 canciones que había registrado en una grabadora obsoleta de cuatro pistas. "Me llamó desde el Palace", recuerda José Niño Bruno, batería de su banda; "me dijo que me pasara a verle porque había estado escribiendo canciones y quería que las escuchara. Las cintas ocupaban varias cajas. Con esos cientos de temas, Andrés tenía la idea de meterse en un estudio con la banda a grabarlo todo de nuevo".
En las siguientes semanas, escucharon las 300 canciones. En esas cintas ya estaban las versiones caseras de algunos éxitos del disco, como la titular El salmón, Ok perdón o Gaviotas, grabadas en crudo, con sólo pistas de voz, guitarra, bajo y cajas de ritmos lanzadas al azar. Los estilos se solapaban (reggae, tango, rock, country, balada, pop, mucho hip hop) y esparcidas al azar se oían versiones de los Rolling Stones, los Beatles, Atahualpa Yupanqui y una descerebrada lectura discotequera del No woman, no cry de Bob Marley.
También había experimentos, como una pesadilla en forma de canción que duraba media hora y estaba construida a base de loops, gritos, samples, ruidos y sonidos de sintetizador manipulados. Calamaro había jugado a ser Bob Dylan, Brian Wilson y Lee Scratch Perry, todos en uno. "Recuerdo que una de las cintas contenía una serie de canciones con la particularidad de que todas se llamaban Mi funeral. La que al final se incluyó en El salmón fue Mi funeral 11", explica Niño Bruno.
Calamaro se instaló en el hotel Conde Duque, en el centro de Madrid, y mientras preparaba la grabación en el estudio seguía componiendo. "Ariel Rot fue a verle un día y terminó tocando la guitarra y haciendo coros en una decena de canciones", rememora David Bonilla, jefe de producto de DRO, el sello discográfico del músico. Otro de los que participaron en las grabaciones previas fue el bajista Candy Caramelo: "No había un plan. Simplemente había mucha urgencia por grabar y grabar las canciones que estaban en las maquetas. Y entre medias seguía componiendo. Andrés hacía las letras en el momento: primero grababa una base con acordes de guitarra con el primer ritmo que saliera de la máquina, después metía otra guitarra y un bajo y al terminar hacía la letra. Muy pocas veces repetía algo, eran casi todas primeras tomas", recuerda Caramelo.
El músico hispanoargentino iba diseñando en su cabeza el artefacto que podría servir de vehículo a semejante producción de canciones. Quizás para avisar de lo que se avecinaba, se acercó a la oficina de DRO en Madrid con una docena de CD que recogían por temas una primera selección de canciones. Cada uno tenía su portada y su título, tarea a la que le ayudó Juan Luis Ambite, el exbajista de los Pistones, que durante ese período ejerció de asistente personal de Calamaro.
"Al principio tenía una idea de diseño de packaging que hacía posible llevar cinco CD en el bolsillo trasero de unos Levis. Sin embargo, El salmón se inspiró en los discos navideños, perfectamente corrientes por aquel entonces: 101 mejores canciones del pop español, 101 mejores canciones de los ochenta... Era un formato homologado, perfectamente conocido por las discográficas. Vender cinco discos a precio de uno y medio", afirma Calamaro.
En el mes de mayo, entró a grabar en los estudios Sintonía de Madrid con el grupo que le había acompañado en la última gira: además de Niño Bruno y Candy Caramelo, los guitarristas Guille Martín y Gringui Herrera y el teclista Ciro Fogliatta. El hecho de que en lugar de diez o 12 canciones fueran 300 lo convertía todo, lógicamente, en una auténtica locura.
A eso había que añadir el deseo de Calamaro de conservar pistas de sus maquetas caseras. Muchos de los temas que aparecen en El salmón tan sólo recibieron retoques de ingeniería en el estudio, lo que permite obtener una visión muy aproximada de cómo fue creado, una especie de fotografía del work in progress del músico.
Trabajaron seis o siete días a la semana durante tres meses. Entraban en el estudio a las cuatro de la tarde y salían a las seis de la mañana. "Cada día Andrés era el primero en llegar y el último en irse. Jamás salía ni al pasillo: estaba siempre tocando, cantando o a los mandos de la nave", comenta Candy Caramelo.
En una de esas sesiones, Calamaro insistió en seguir grabando cuando ya se hacía de día. Se quedó solo con el ingeniero de sonido del estudio, Álex Badreddine, que le dio varias ideas para una canción, Me cago en todo, y acabó figurando en los títulos de crédito del disco como coautor. Por el estudio también pasaron músicos como Jaime Urrutia, Enrique Bunbury, Ariel Rot, Andy Chango o Jerry González, a los que Andrés invitaba a colaborar.
Las 103 canciones (101, en realidad, ya que dos se repiten en versiones alternativas) se terminaron de grabar en julio. Los músicos soñaron todo el verano con volver a salir de gira, pero Calamaro tenía otros planes. El principal: desaparecer. El salmón se publicó en otoño al precio de un disco y medio (3.500 pesetas), en una edición sobria para abaratar una producción descomunal. En el primer mes y medio superó las 50.000 copias, lo que supuso un éxito para tratarse de un álbum quíntuple.
Calamaro casi no hizo entrevistas. Se había mudado a un piso en la calle de Hermosilla. "Sólo tenía una silla, así que las entrevistas se tuvieron que hacer en la cama", recuerda David Bonilla. Durante el año siguiente, el ritmo de producción no decayó. En 2003, entregó 200 canciones más, recopiladas como Inedit toxic. ¿Por qué no se publicaron? "Andrés no quiso", zanja Bonilla. Por entonces, Calamaro vivía en un pueblo de la Sierra de Gredos, cerca de donde compartirá escenario, el próximo 2 de julio, con Joaquín Sabina. Pero en aquel momento, él no quería oír hablar de giras: "Seguí grabando al mismo ritmo unos años más. Ya eran otro tipo de giras... touring the night away... ¡La verdadera gira!", responde Calamaro. La música se lo llevó después de facturar la obra de un loco, pero como dijo él, "un loco trabajando".

"Ariel Rot fue a verle un día y terminó tocando la guitarra y haciendo coros en diez canciones", David Bonilla, jefe de producto de Dro.
"Andrés me llamó desde el Palace. Me dijo que había escrito 300 canciones", José ‘Niño' Bruno, batería.
"Estábamos ajenos a todo, prefabricamos nuestra propia realidad y la habitamos", Andrés Calamaro, compositor de ‘El salmón'.
"No había un plan, sólo mucha urgencia por grabar y grabar las canciones que estaban en las maquetas", Candy Caramelo, bajista.

En abril del 2000, Andrés Calamaro llegó a las oficinas de DRO con una docena de discos compactos que incluían una buena parte de las 300 canciones que había grabado en los tres meses anteriores. ¿El sueño o la pesadilla de cualquier sello discográfico? Les había preparado una portada a cada CD, con títulos como ‘El dinero va y viene', ‘Mala fama', ‘Prostitución' o el que se planteó como título previo a ‘El salmón', ‘Paraíso perdido'. En los listados de canciones se leen numerosos títulos que no aparecieron finalmente entre las 103 canciones de ‘El Salmón' (‘Hitler a las 10', ‘¿Por qué nos drogamos?', ‘Bueno sin freno'), otras que aparecieron en el posterior ‘Obras incompletas' (como ‘Mono de Kubrick') y algunas versiones que el músico terminó colgando en su página web, como el ‘Stir it up' de Bob Marley. 

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