Coleccionando vinilos - 169 - LOS PLANETAS - "Zona temporalmente Autónoma" (2017)


Y llegamos al final de la temporada amigos. Gracias a todos los que os habéis dado una vuelta por este blog. 
Y no solo de la temporada, si no que dejamos el blog en descanso indefinido hasta que encuentre motivos para retomarlo. Aún así, os dejaré por aquí las listas con lo mejor del año y alguna que otra noticia o lanzamiento digna de mencionar.
Ha sido un verdadero placer.

Espero que algunos de estos 84 vinilos le haya provocado alguna reacción, sea la que fuere (nostalgia, emoción, asco, amor, odio, rabia, risa, llanto....) La música es capaz de eso y de mucho más.

Para finalizar, he reservado el último puesto a "ZONA TEMPORALMENTE AUTÓNOMA" de Los Planetas, el grupo de mi vida.
Otra obra maestra a añadir a su colección y como verán más abajo no solo lo digo yo. 
Además en una forma espectacular y no se lo que deparará el futuro, pero los dos mejores conciertos de los Planetas (y eso que habrán sido más de 20) los he vivido presentando este disco en el Circo Price y en el Wizink Center).

Aqui para no marearos mucho más os traigo las 3 críticas de las 3 webs que más suelo transitar, hipersonica, jenesaispop y mondosonoro.

El disco tiene cuatro ediciones en vinilo doble: con vinilos transparentes,32​ con vinilos blancos33​, con vinilos verdes34​ y con vinilos negros.35
Disco 1
Cara A
  1. Islamabad 7:03
  2. Una cruz a cuestas 4:10
  3. Soleá 3:33
  4. Seguiriya de los 107 Faunos 4:35
Cara B
  1. Hierro y níquel 4:05
  2. Porque me lo digas tú 2:37
  3. Libertad para El Solitario 4:04
Disco 2
Cara A
  1. La gitana 5:59
  2. Ijtihad 3:53
  3. Espíritu olímpico 4:16
  4. Zona autónoma permanente 4:13
Cara B
  1. Amanecer 3:05
  2. Hay una estrella 3:38
  3. Guitarra roja 9:51



hipersonica

Los Planetas — Zona temporalmente autónoma

Recordad, chicos, no se entierra a nadie antes de tiempo




Lo habitual es asociar el anarquismo a una ideología que te asalta en tus años postadolescentes, y que se va disipando a medida que van cayendo primaveras. Desde la estúpida superioridad moral de creerte más listo que alguien simplemente por ser más viejo, le recuerdas que “ya, eso ya se te irá pasando con la edad”. Y joder, ojalá no fuese así, pero un poco sí.
Seguramente esté bien madurar, aunque sea por no vivir a contrapié continuamente, pero es cierto que tendemos a dejar por el camino mil características de nuestra personalidad que hipotecamos a cambio de nada. A cambio de hacerte mayor. No creo que sea malo perder de vista los sueños imposibles e ingenuos, pero deberíamos poder cambiarlos por algo que al menos generase ilusión. No siempre es posible encontrarla, y, al hacerlo, te das cuenta de lo que has necesitado esforzarte para conseguirlo, cuando antes se daba casi por supuesta.
No sé si Los Planetas han encontrado demasiadas nuevas ilusiones en esta nueva etapa. Tampoco creo que J se haya puesto a darle vueltas ahora mismo a la anarquía, y seguramente esto venga de lejos. Pero bautizar a su noveno disco de estudio como Zona temporalmente autónoma (El ejército rojo, 2017), en recuerdo al ensayo escrito por Hakim Bey, TAZ, una oda a la creación de espacios apartados por el control y el sistema establecido. Hacerse mayor, casi viejo, añorando la anarquía con más ímpetu que cuando eras joven. O al menos, dejando ver eso parcialmente en tus letras. Eso parece haber querido dejar claro la banda granadina desde el principio.
El principio de Zona temporalmente autónoma es ‘Islamabad’. E ‘Islamabad’ es la mejor canción de Zona temporalmente autónoma. Y una de las mejores que jamás hayan hecho en estos 25 años. Sí, podría insertar aquí el típico “bajo mi punto de vista”, pero es que estoy tan jodidamente enganchado a esos 07:03 que vais a permitir que me deje de leches. Es más, ‘Islamabad’ es la canción que sirve en la actualidad para reconciliar hasta al más incrédulo con Los Planetas. Los había a puñados, incluso solicitando que jamás volviesen a un estudio, que asumiesen el paso del tiempo y la extinción de las ideas. Como grupo que sólo oscila o entre lo mejor o entre lo peor, cualquier nuevo disco sólo podría caer en el saco de lo último, rezaba Mohorte. Ni siquiera os puedo decir que lo culpe. Pero ahí está ‘Islamabad’, desde hace semanas, recordando que si alguien merece todo el crédito del mundo, ya para siempre tras Zona temporalmente autónoma, son Los Planetas.
Una ópera egipcia había sido un relativo fracaso. Nadie consiguió ver en esa suerte de continuación la magia imparable de La leyenda del espacio. Dobles fatigas tuvo su gracia, pero se fue desvaneciendo con el tiempo. Era difícil afrontar este disco sin aceptar que solo siendo muy fan de Los Planetas podrías estar emocionado ante su llegada. Nos gustaría estarlo… pero ya tal.
Y ha llegado, y al acabar su escucha nos hemos enamorado como cuando tu mujer, a la que ves todos los días, a todas horas, en la mayor de las rutinas, hace un gesto que llevabas tiempo sin ver, sin reparar en él, y vuelve a desarmarte con la mirada, con la sonrisa o con lo que coño sea. Vuelve a enamorarte perdidamente cuando creías que por dentro había cosas que un día se morían y jamás volvían a resucitar.
Son catorce temas. Tengo la sensación de que Zona temporalmente autónoma se convertiría en un trabajo majestuoso si se moviese en los doce, pero tampoco tengo realmente claro cuáles se caerían en la criba, ya que aquí están incluidas varias de las mejores virtudes de Los Planetas. Algunas revisadas y no exentas de riesgo, como la ya nombradísima ‘Islamabad’, revisando el hip hop al estilo planetario, abrazando su minialianza con Yung Beef. Otras más clásicas, como esa ‘Soleá’ (No ha habido en el mundo nadie, que te quiera más que yo, que te quiera más que yo) que recuerda en la letra a unos ‘Santos que yo te pinte’ que también son honrados en ‘Porque me lo digas tú’ (Puedes irte a Buenos Aires, o puedes ir a Nueva York, no vas a encontrar a nadie que te quiera más que yo). De vuelta el J de los amores y desamores, de vuelta esa atmósfera de revisión flamenca tan particular en las guitarras de Florent.
Y, para acabar de conciliarnos de nuevo con lo que siempre han sido, y en adelante serán hasta la eternidad, llega ‘Seguiriya de los 107 faunos’. Esa mentira flamenca que, en realidad, va vestida de épica e intensidad propias. Como si una canción así solo la pudiesen escribir ellos. Como si a pesar de que hayan nacido mil que los hayan querido imitar (o se viesen visto influenciados por ellos, vaya), nadie haya conseguido sonar así. Como si algo tan aparentemente sencillo como ‘Hierro y níquel’, un corte pop sin atisbo de artificio, simple y luminoso fuese, en realidad, algo tan difícil de conseguir.
Es más, volviendo a ‘Porque me lo digas tú’, me vais a permitir ver en ella y en la extraordinaria ‘Amanecer’ un leve recuerdo a aquellas secciones de cuerda que nos maravillaron en Una semana en el motor de un autobús. Y admito que el recuerdo se coge con pinzas, pero dejarse llevar por la emoción de sentirte de nuevo en aquella habitación cerrada en la que escuchaste en soledad aquel disco hace años, como un ritual que ha ido desapareciendo, merece todas las exageraciones del mundo.
Por mojarme, por volver al tema de qué canciones dejaría atrás en el tracklist de Zona temporalmente autónoma, seguramente ‘Libertad para el Solitario’(de nuevo las referencias hacia el hartazgo político-sistémico mientras se recuerda al insigne ladrón), irónica en la letra y con cierta gracia, pero por debajo del nivel general, o una ‘Hay una estrella’ que, tocando el final, no acaba de casar con toda la atmósfera creada durante los minutos previos, serían candidatas en mi opinión. Pero con todas las reservas del mundo.
E incluso dando por bueno ese pero, Zona temporalmente autónoma no necesita que incidamos en su defensa. La densidad irrespirable (¿quién no está seguro de que a partir de ahora será imprescindible en sus directos?) de ‘La gitana’ o el divertido recuerdo a Pixies con ‘Itjihad’, además de la nueva efervescencia pop del primer adelanto, ‘Espíritu olímpico’ son ingredientes enormemente contundentes para defenderse solitos. Como lo es la ‘Guitarra roja’ que, en diez minutazos, cierra el disco. Con la locura controlada de quien se entrega al islamismo anarquista porque es lo más lógico que uno puede hacer en esta vida. Igual no en otra, pero sí en esta.
Creíamos que Los Planetas estaban muertos. Puede que, en varios momentos, hasta ellos mismos lo creyesen. Pero no den nunca por muertos a aquellos que, durante un cuarto de siglo, han dado lecciones de cómo se nace, se crece y se evoluciona. Han tardado siete años en ordenar ideas y decidirse. Quizás sea una forma de trabajar que se repita en el futuro, pero teniendo en cuenta el resurgimiento y estado de forma actual, lo cierto es que nos tocará lamentarlo si así resulta ser.

8,47/10



Mondosonoro

¿Tradición?, ¿plagio?, ¿collage?, ¿reciclaje? J, Florent, Banin, Eric y Julián Méndez lo han vuelto a hacer. Cuanto menos, el regreso de Los Planetas pone patas arriba el gallinero del pop estatal. La banda granadina llegó a un punto de no retorno desde que abrazó la marmita jonda a mediados de la década pasada. ¿El lastre? Su imponente colección de clásicos en el pop español. ¿El peligro? Convertirse en un género cerrado en sí mismo del que por momentos parecen resacosos prisioneros. Pero, cuidado, “Zona temporalmente autónoma” presenta novedades. Es un disco largo, irregular, preñado de referencias, con una vocación menos procelosa y más política que los dos títulos anteriores. Nunca antes la voz de J había sonado tan nítida en primer plano. En el arranque, con la tremenda “Islamab”, juega a cantar como Yung Beef en una mutación filosófica y provocadora del “Ready pa morir” compuesto por el ídolo del trap. Una cruz a cuestas, con Soleá Morente y la reformulación de versos de Manuel Vallejo, encaja en el mantra de “Viernes de Dolores eléctrico” o, como dirían The Byrds, Música Cósmica Española. “Soleá” y “Seguiriya de los 107 faunos” conservan la atmósfera pinkfloydiana de Los Evangelistas.
Florent contaba con abundante material guardado y se nota en las guitarras del álbum, que encara una fase más animosa a partir de “Hierro y níquel”: viejas soleares de Aurelio Sellés y Manolo Caracol con envoltorio indie. Igual que “Libertad para el solitario” o “Espíritu olímpico” –deliciosos coros finales de La Bien Querida–.
Más allá de la remota filiación con el rock andaluz, Los Planetas incrustan en su discurso esencias atávicas sin resultar anacrónicos. Es su principal logro. Porque me lo digas tú pasaría por un brindis norteño con Pedro San Martín y Nacho Vegas –vuelven los arreglos de cuerda, maravillosamente ejecutados por las Cosmotrío–, cuando en realidad se trata de un compás de soleares disimulado con base electrónica sobre una melodía de Maritime. J defiende el tronco popular de la operación, aunque fueron las vanguardias de élite, desde dadaístas y surrealistas al Oulipo y el Grupo 63, quienes se colgaron los galones de la apropiación y la construcción recombinatoria del arte con fines críticos. Hay jugo psicodélico en “La gitana”, el poema de Aleister Crowley. Siguiendo con la lectura coránica, “Itjihad” emerge rocanrolera bajo el influjo de los Pixies de “Surfer Rosa” y unas alegrías ancestrales de El Mochuelo. Y “Hay una estrella” es la pieza acústica más clara desde “Canción para ligar”. Son Los Planetas, esos que a veces te embotan la mente para luego despejarla en éxtasis sensorial.


Jenesaispop

Nunca antes había transcurrido tanto tiempo, 7 años, entre dos álbumes de Los Planetas. Se temió, incluso, que pudieran separarse para siempre, un rumor que estuvo ahí y que disiparon con su fichaje por El Segell del Primavera y la publicación del EP ‘Dobles fatigas’, continuando con una gira por salas. Sin embargo, como cuentan en la entrevista de portada de este mes en la revista Rockdelux, la verdadera crisis llegó en el momento posterior a ese de plantear un nuevo álbum. La falta de entendimiento con el sello acabó frustrando su alianza y, ahí sí, poniendo en duda la continuidad del grupo. Finalmente, J puso en claro sus ideas y acordó con la banda reactivar su sello, El Ejército Rojo, para grabar y autoeditar este ‘Zona temporalmente autónoma’. Una inmejorable forma de celebrar 25 años de carrera.
Se trata de un disco evidentemente muy esperado por sus fans más leales, pero también por los que no quedaron convencidos por ‘Una ópera egipcia’, pese al carácter más pop y directo de buena parte del disco, y el citado e irregular ‘Dobles fatigas’. Estos parecen haber reencontrado la excitación ante ese pop de guitarras reminiscente de sus inicios en ‘Espíritu olímpico’ (un nuevo featuring de La Bien Querida), su singular aproximación al hip hop en ‘Islamabad’ (que ha crecido con los días hasta convertirse en uno de los momentos cumbres del disco) y la enternecedora ‘Porque me lo digas tú’. Lo cierto es que quizá se sorprendan al comprobar que en realidad Los Planetas de 2017 no se despojan en su noveno álbum de estudio de sus iconoclastas hallazgos recientes, aunque sí es patente es que vuelven a dar un leve giro estilístico.
‘Zona temporalmente autónoma’ es una nueva evolución de la evolución, un acercamiento más estrecho a la estructura de canciones convencionales, pero que no renuncia en absoluto al componente folclórico, crucial en la reinvención del grupo cuando en la primera mitad de los 00s parecía acomodado en su sota-caballo-rey. La vía empleada, en cambio, es distinta. Fruto del dominio del lenguaje flamenco que han ido logrando con obras anteriores, ahora es la métrica, el compás y el quejío el que se adapta en los canones del pop rock, del formato canción, y no al revés. Dejan atrás el afán experimental y didáctico de discos como ‘Una ópera egipcia’ y ‘La leyenda del espacio’ que sostenían como discípulos de Enrique Morente para seguir el camino.
Como en el certero single antes citado (un seguro nuevo himno de la banda), no cabe duda de que en el espíritu de canciones como ‘Hierro y níquel’, ‘Libertad para El Solitario’ o ’Ijtihad’ (un simpático homenaje combinado a ‘Daytripper’ e ‘Isla de Encanta’) subyacen bulerías y cantiñas. Sin embargo, merced a un espíritu directo y de cierta espontaneidad (los desarrollos largos son muy puntuales), nos retrotraen feliz e inesperadamente a la época dorada del enorme ‘Unidad de desplazamiento’. Un regreso al pop químicamente puro que se manifiesta de manera aún más obvia en las preciosas ‘Zona autónoma permanente’ y una ‘Amanecer’ en cuyo uso de los arreglos de cuerda, como la ya citada ‘Porque me lo digas tú’, nos trasladan al motor de un autobús. Incluso la desarmante ‘Hay una estrella’ muestra un perfil acústico poco habitual en ellos que, la verdad, resulta de lo más emocionante.
Pero ojo, que como decía no todo es puro pop aquí y el folclore andaluz está tan presente como en obras pretéritas. Así, los pseudo-caracoles de ‘Una cruz a cuestas’, con la mágica colaboración vocal de Soleá Morente, dan paso precisamente a una ‘Soleá’ en la que un órgano litúrgico rememora a los cruciales Triana. Un recurso que se repite, con gran acierto, en ‘La gitana’ (basada en el poema del escritor y ocultista británico Aleister Crowley). Curiosamente la ’Seguiriya de los 107 faunos’, de explícito título, parte de una idea instrumental del grupo argentino reflejado en su nombre y no es tan tradicional como parece. Sí es, en cambio, el momento más plomo del disco.
Otro tanto a favor que se anotan Los Planetas con ‘Zona temporalmente autónoma’ es sacudirse el sambenito de encabezar una generación de artistas de escasa conciencia político-social (se obvia a menudo que su coheniano plan de intentar cambiar el sistema desde dentro funcionó bastante bien, al menos durante un tiempo). Y lo hacen enarbolando un discurso bastante radical como el del escritor yanqui Peter Lamborn Wilson, que bajo su seudónimo Hakim Bey estableció las bases del neoanarquismo en una obra titulada como este disco. La zona temporalmente autónoma es un planteamiento utópico de sociedad que funcionaría al margen de poderes políticos, militares y económicos de manera oculta, subterránea. Un concepto que ya se manejaba en el sufismo original, con Dios/Alá como elemento irrenunciable de equilibrio. Si lo he explicado muy mal, la citada ‘Islamabad’, que solo emplea ‘Ready pa morir’ de Yung Beef como eficaz coda dramática, lo hace mucho mejor. Ese carácter agitador permanece subyacente en muchas de estas letras, pero se hace explícito en ‘Libertad para El Solitario’ (conociendo a J, parece que retrata al célebre atracador de bancos Jaime Giménez Arbe como una especie de Curro Jiménez/Robin Hood contemporáneo) y en la guajira anarcocomunista del argentino Martín Castro ‘Guitarra Roja’, que cierra el álbum con diez minutos de épica libertaria.
Si tiene un problema de partida claro este ‘Zona temporalmente autónoma’ es su secuencia. O, al menos, es la conclusión a la que yo llego tras diversas escuchas. Las primeras, sobre todo, se “hacen bola”. Pero resulta curioso que esas dudas que genera se disipan cuando uno atiende a sus canciones individualmente. Hay pocas que no resulten convincentes al 100%. La impresión, quizá errónea, es que han tratado de imitar la estructura de sus últimos directos, comenzando oscuros y taciturnos antes de concatenar los temas más uptempo e instantáneos. Para mí, se la han jugado mucho, porque apuesto a que más de uno de esos que han vuelto a sentir curiosidad por un nuevo disco de los de Granada saldrán huyendo de nuevo si no disponen de la paciencia necesaria. Y es una pena porque, curiosamente, los numerosos momentos pop citados tres párrafos atrás podrían obrar el efecto contrario: que los que no le pillaban el punto a sus obras recientes, encuentren aquí una base para reconciliarse con ellas. Animo a escuchar ‘Zona temporalmente autónoma’ al libre albedrío y con la ordenación que a cada cual guste más. Con esa premisa, estamos ante la confirmación de que Los Planetas han superado sus crisis y siguen en forma, mal que pese a sus detractores.
Los Planetas actuarán en festivales FIBAtlantic FestSantander Music, Contempopránea o Interestelar. Pero antes, en abril y mayo, presentarán ‘Zona temporalmente autónoma’ en 4 salas del país.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Espíritu olímpico’, ‘Islamabad’, ‘Zona autónoma permanente’, ‘Hay una estrella’, ‘Amanecer’
Te gustará si: añoras los tiempos de ‘Unidad de desplazamiento’ y no te da grima su giro flamenco


Y de propina, la gran crítica de El quinto Beatle, página que ha aparecido mucho por aqui esta temporada y que recomiendo totalmente.

Dice el periodista de TVE y escritor Carlos del Amor, con cierto deje argentino (o a mí me lo parece), que “Los Planetas son una constelación”. Yo me atrevo a robarle esa frase sin disimulo porque además de parecerme poéticamente muy buena también creo que alberga algo de razón. La banda granadina es una constelación en sí misma alrededor de la cual orbitan pequeños asteroides como canciones pop, algunos astros brillantes como el Sol, sin los que no se puede vivir, y otros cuerpos celestes complejos como una galaxia.

“Zona Temporalmente Autónoma”: revolución, aunque nadie te entienda

Por eso cada vez que sacan disco es todo un acontecimiento dentro del panorama musical, contra el que parece que quieren luchar desde hace años. Es bien conocida su intención de ‘dinamitar el sistema desde dentro’, siendo un grupo supuestamente enmarcado en el mal llamado indie pero que se encuentra en la élite, tanto por firmar con las promotoras más importantes del país como por trabajar con multinacionales para publicar sus discos. No ha sido el caso de este último álbum, que han producido ellos y que han publicado bajo su sello propio (El Ejército Rojo) y El Volcán Música.

“Zona Temporalmente Autónoma” tiene sus bajadas y sus momentos de brillantez, pero la sensación general es que Los Planetas han vuelto a sacar una colección de buenas canciones. Tras 25 años de carrera no es poco.
Sólo una banda así podría empezar su único concierto del año pasado (Low Festival) tocando “Los Poetas”, una canción tan compleja como poco festivalera. Sólo un grupo así podría empezar su disco, después de 7 años, con una canción como “Islamabad”. Un experimento de más de siete minutos que une dos mundos tan distantes –antes de este tema– como el trap y el pop. Y no lo hacen nada mal. He leído a algunos críticos de esta canción aupándola al estatus de nuevo clásico. No creo que sea para tanto, pero es de agradecer que hayan querido acercarse a un género tan de moda, reivindicando de paso a Yung Beef, otro granadino ilustre en este género. El mensaje de la canción es complejo, pero a la vez directo y podría resumirse en que las diferentes ideas de Dios que tenemos en cada cultura son las responsables de separarnos a los humanos.
Y es curioso que hayan comenzado con una canción así en un álbum tan flamenco como este. A grandes rasgos, la trayectoria de Los Planetas se podría dividir en tres etapas fundamentales: los inicios hasta el estallido pop que supuso “Una semana en el motor de un autobús” (disco icónico y obra maestra de los 90), su etapa de lucha contra las discográficas, esas que los auparon, lo que cristalizaría en el disco de brillante título “Los Planetas contra la ley de la gravedad”, en el que las referencias antisistema (musical) llegan a un punto insostenible y, finalmente, quizá coincidiendo con la muerte de Enrique Morente, su trilogía flamenca: “La leyenda del espacio” y “Una Ópera Egipcia” que ahora completan con este “Zona Temporalmente Autónoma”.
La banda granadina es una constelación en sí misma alrededor de la cual orbitan pequeños asteroides como canciones pop, algunos astros brillantes como el Sol, sin los que no se puede vivir, y otros cuerpos celestes complejos como una galaxia.
De hecho, “Con la cruz a cuestas”, en la que colabora Soleá Morente, es prima lejana del “Omega”, un disco tan vanguardista como críptico para cualquier oyente que no esté familiarizado con el flamenco. Un álbum tan eterno como complicado de escuchar para los no iniciados, que peca de lo mismo que este trabajo (salvando las siderales distancias): que la parte flamenca requiere de una sensibilidad que no muchos oyentes tienen para apreciarla, yo el primero. No por eso voy a escribir que el resultado no ha sido el que yo esperaba, sino más bien que entiendo por dónde van los tiros, pero a mí no me va. Esta vuelta a las raíces de la canción andaluza tiene su lógica si pensamos que se perdieron ese acontecimiento cultural que fue el “Omega”, en el que no pudieron participar porque estaban en otra onda (la del motor del autobús) antes incluso de que Eric abandonara Lagartija Nick para hacerse con las baquetas de la banda. De alguna forma tenían que reivindicar ese pasado y su forma de hacerlo ha sido estos últimos discos, que transitan por un camino que parecen no querer abandonar: el de su particular flamenco-shoegaze.
Ocurre lo mismo con “Soleá” o con la “Seguiriya de los 107 faunos”, dos canciones de marcado carácter flamenco, muy emparentadas con las que ya han grabado en sus dos trabajos anteriores y que suponen un momento bastante flojo de intensidad, sobre todo situadas al principio del disco. Las ganas de unir a Spiritualized o Slowdive con Manolo Caracol cobran algo de sentido en la primera, pero se hacen pesadas en la segunda, que por cierto recibe su nombre del grupo argentino 107 Faunos, al que le encantó la idea de este homenaje.
Menos mal que las canciones más pop son mucho más disfrutables, tal y como ocurre con “Hierro y níquel”, que sí tiene el rollo flamenco en la letra, pero no en su luminosa melodía, en la que se perciben algunos destellos de anteriores discos. Del mismo modo, “Porque me lo digas tú” sirve como un agradable anestésico en el que vuelven esos arreglos de violines que tan bien saben utilizar y que nos recuerdan a algún momento del “Unidad de Desplazamiento”. Y justo en la mitad del disco, como una especie de Estambul sonoro, nos encontramos con “Libertad para el solitario”, tema que tiene el toque justo de flamenco pero al que la producción planetaria, llena de matices siderales, así como el psicodélico riff de Florent, terminan por convertir en una de las mejores canciones pop del disco, sobre todo en lo lírico, con perlas como “Yo no le temo a la muerte / Porque morir es natural / Le temo más a la vida / Porque no sé cómo voy a acabar” o la sentencia de rabiosa actualidad: “Que cómo sobrevivía / A mí me pregunto el juez / Yo le dije que robando / Como se mantiene usted / Pero yo no robo tanto / Yo no robo tanto como usted”.
Los Planetas son esa persona que se quiere, a pesar de ella. Las a veces indescifrables letras de J, en lo poético y en lo sonoro, su rollo megalomaníaco que roza lo patológico con algunas canciones, el caso mínimo que le hacen a la imagen y a la promoción… todo parece una barrera para los recién llegados o incluso un terreno árido para los experimentados fans.
Polémicas al margen con la autoría de las letras (más de la mitad de las canciones del disco son adaptaciones que hace J del cancionero popular andaluz) lo cierto es que este disco tiene instantes tan buenos como estos pero también algunos momentos más naif, como en “Porque me lo digas tú”, un auténtico viaje de emociones y percepciones. Más aún cuando escuchamos cortes como “Gitana”, donde Pink Floyd, Radiohead, Triana y el ocultista Alester Crowley (en cuyo poema está basada la letra) se van de cañas por el espacio exterior. Un corte complejo que contrasta con la ligereza con que homenajean la psicodelia más sesentera en el pepinazo pop de “Ijtihad”, destinada a ser la nueva canción cantable del grupo junto con “Espíritu Olímpico”, que ya habían tocado en algún concierto pero que ha sido una muy agradable sorpresa y un muy bien escogido single.
Quizás sean estas las dos canciones más similares a la etapa pre-flamenca de Los Planetas, que parece que ya no se aventurarán más en esos palos, por la sucesión de canciones que continúa con la luminosa “Zona Autónoma Permanente”, un alegato sobre la distancia que se hace más pequeña entre dos personas que se quieren, o cómo anhela J quitarse de en medio para irse a vivir a Motril. O en “Amanecer”, que lo mismo evoca el amor como forma de salir de la depresión que puede ser la nana que le ha salido después de su reciente paternidad. Pero aún queda una última e inclasificable coda final, entre uno de los pocos temas acústicos de su trayectoria junto con “El Espíritu de la Navidad” y “Canción para ligar” como es “Hay una estrella”, un corte folkie que les queda bastante resultón. Entonces llegamos a “Guitarra roja”, una ida de olla de casi diez minutos con una combativa letra del folclórico argentino Martín Castro a la que sí cabe ponerle pegas. Porque soy el primer admirador de los ‘temas largos’ de la banda, como la excelsa “DB” (su verdadero himno generacional), la perfecta “Toxicosmos”, la impresionante “La Copa de Europa” o sin irnos muy lejos “Islamabad”. Pero cuando intentan alargar excesivamente la duración de la canción incorporando elementos que terminan por aburrir más que por aportar, el resultado es decepcionante: una malograda ópera pop flamenca y reivindicativa.
Después de escuchar este disco varias veces, sigo pensando que Los Planetas son esa persona que se quiere, a pesar de ella. Las a veces indescifrables letras de J, en lo poético y en lo sonoro, su rollo megalomaníaco que roza lo patológico con algunas canciones, el caso mínimo que le hacen a la imagen y a la promoción… todo parece una barrera para los recién llegados o incluso un terreno árido para los experimentados fans. Un: ‘si me quieres entender, búscate la vida, no te lo voy a poner fácil’. Aun así, si te esfuerzas, puedes comprender la magnitud de un grupo que lo ha querido subvertir todo y que no ha querido parar de innovar en su carrera.
Carlos del Amor piensa que son una constelación. Yo digo que la música de Los Planetas no hay que escucharla con los oídos, sino con otra cosa. Entonces, todo encaja.




Y el remate final, mi revista favorita ROCKDELUX siempre valorando la historia de los Planetas y su influencia en la música en castellano como se merecen.

PORTADA ROCKDELUX (RDL 359)

LOS PLANETASZona de conflicto

Siete años tardaron Los Planetas en publicar su noveno álbum. Durante ese tiempo, algunos trataron de arrebatarles lo que les pertenecía por derecho e intentaron hacerles caer en el olvido mientras ellos parecían estar ausentes de una realidad que demandaba su regreso. Tras descubrir lo que se escondía dentro de esa “Zona Temporalmente Autónoma” que sacaron a la luz en 2017, pudimos afirmar, de nuevo, que estaban listos para golpear y reclamar lo que era suyo. Alfonso Méndez, responsable de la editorial Ondas del Espacio y coordinador del libro “De viaje por Los Planetas”, escuchó en primicia el disco antes de su salida –el álbum se publicó el 24 de marzo– y entrevistó a J y compañía en su Refugio Antiaéreo. Fue el tema de portada del Rockdelux 359 (marzo 2017). No se pierdan, por cierto, las suculentas declaraciones sobre el fin del capitalismo y sobre las conspiraciones que nos rodean.
Voy de camino a El Fargue, un barrio granadino que está completamente fuera del perímetro de la ciudad. Situado en un enclave único, se encuentra flanqueado por montañas que, además de protegerlo, nos premian con unas impresionantes vistas. Allí encontraron Los Planetas el lugar perfecto para instalar su base de operaciones, el Refugio Antiaéreo, espacio que hace las veces de estudio de grabación y local de ensayo, permitiéndoles trabajar de manera completamente aislada. Da la sensación de que la paz de sus calles es casi inalterable. Y es que los tiempos de actividad de la Fábrica Nacional de Pólvora que allí se ubicaba quedaron atrás después de que se privatizara y pasara a manos de una multinacional armamentística estadounidense. He quedado con JFlorent y Banin para charlar sobre el nuevo disco, que escucho a todo volumen mientras acelero, sin percatarme de los límites de velocidad. La impaciencia por descubrir los aspectos políticos y emocionales que rodean la creación de “Zona Temporalmente Autónoma” (El Ejército Rojo-El Volcán Música, 2017) hace que mi cabeza esté más preocupada por resolver ciertas cuestiones que por atender a lo que sucede en la carretera. Tras aparcar, lo primero que diviso es una pintada que proclama “¡Viva Dios, muera la inteligencia!”. Quizá sea una mera casualidad, pero tengo la sensación de que esa frase no estaba ahí recientemente y me da mucho que pensar.
“Llevaba tiempo pensando en el significado del disco y todo me conducía a ideas bastantes transgresoras. Buscando información por internet, llegué hasta Hakim Bey y sus planteamientos, que justamente son los mismos que quiere explicar el álbum, como sus nuevas lecturas del anarquismo y de los textos sagrados. En el manifiesto de Bey hay referencias a la contracultura heredada de los situacionistas y también planteamientos de los sufíes que me han interesado desde hace mucho tiempo. En el fondo, me parece que él hace una actualización de esas ideas conectándolas con el presente, ofreciendo soluciones prácticas y útiles para la supervivencia en este mundo”
(J)
Mientras subo la pequeña cuesta que da acceso a la casa, veo que el portón de entrada está abierto y escucho una lejana conversación que, a medida que me aproximo a la puerta principal, se hace más notable. Tras golpearla y comprobar que está abierta, me adentro en el gran salón donde se encuentran los tres. Acaban de visionar las proyecciones que acompañarán a los próximos directos del grupo y parecen bastante satisfechos con el resultado, a tenor de sus palabras. La suerte de conocernos desde hace tiempo hace que podamos sentirnos cómodos desde el inicio. Con J ya he tenido diversas conversaciones sobre música y siempre me ha demostrado ser un tipo con grandes conocimientos e ideas muy claras. Por eso, después de descubrir el trasfondo político y social de “Zona Temporalmente Autónoma”, me apetecía entrar directamente a valorar juntos el manifiesto del mismo título realizado por Hakim Bey –seudónimo del escritor neoyorquino Peter Lamborn Wilson–. “Lo descubrí por casualidad. Llevaba tiempo pensando en el significado del disco y todo me conducía a ideas bastantes transgresoras. Buscando información por internet, llegué hasta él y sus planteamientos, que justamente son los mismos que quiere explicar el álbum, como sus nuevas lecturas del anarquismo y de los textos sagrados. En el manifiesto de Bey hay referencias a la contracultura heredada de los situacionistas y también planteamientos de los sufíes que me han interesado desde hace mucho tiempo. En el fondo, me parece que él hace una actualización de esas ideas conectándolas con el presente, ofreciendo soluciones prácticas y útiles para la supervivencia en este mundo”.
Esas soluciones a las que se refiere son las “Zonas Temporalmente Autónomas”, espacios creados para escapar de las estructuras formales de control social. El escritor señala que no se trata de utopías, sino de hechos reales que suceden de forma temporal en un lugar y que deben permanecer ocultos, tanto al Estado como a los medios de comunicación. Si estos llegaran a descubrir la zona, tendría que desaparecer y reconstruirse en otro lugar para evitar que el poder pueda destruirla. Estos espacios son necesarios porque, para J, el Estado no asegura unos mínimos de calidad que permitan poder vivir con dignidad. “Los servicios y bienes básicos deberían ser públicos si queremos un Estado que funcione, pero como eso no va a ocurrir, porque pertenecen a empresas privadas, la idea de Hakim Bey es muy válida”. Florent percibe el manifiesto como algo revelador, al descubrir que conceptos previsiblemente antagónicos se encuentran en esa “Zona Temporalmente Autónoma”. “Personalmente no me interesan las religiones, pero al leerlo comprendes cómo el islam y la doctrina anarquista suponen un movimiento liberador de las formas de control que ejerce el poder, desde un punto de vista filosófico. Con esto no se trata de convencer a nadie; simplemente es un tema candente por lo que está pasando ahora en el mundo”.
Justo dos días antes, Donald Trump prohibía la entrada en los Estados Unidos a ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana. “Tiene mucho que ver con la forma de vida actual, en la que se persigue a la gente por lo que supuestamente está tramando”, comenta J, que va más allá y arroja luz sobre cómo las grandes multinacionales buscan controlarnos. “Todo deriva de un sistema de comunicaciones perverso en el que las grandes corporaciones nos cobran por acceder a la cultura y al conocimiento público que están en internet. El dinero que obtienen lo emplean en mantener ciertos medios de comunicación, expertos en manipular la información que recibimos, para que así no sepamos lo que realmente está pasando en el mundo. Para luchar contra eso lo mejor es la fórmula que propone Bey”.
LOS PLANETAS, Zona de conflicto
Rockdelux 359 (Marzo 2017)
Foto: Alfredo Arias
Diseño: Gemma Alberich
Este regreso de Los Planetas coincide con sus veinticinco años de carrera, tiempo en el que han trabajado con diferentes discográficas. Ahora deciden apartarse de esa fórmula para editar el álbum en su propio sello, que retoma la actividad con esta edición, a la que seguirá el debut de Apartamentos Acapulco. “Publicarlo en El Ejército Rojo era comulgar con esa idea. No se puede promulgar algo y luego no ser consecuente “, apunta Florent. En sus inicios pasaron de forma fugaz por la independiente Elefant, para dar después el salto a RCA. “Nosotros empezamos trabajando con las multinacionales cuando no había otra infraestructura que no fuera esa. Sabíamos cómo funcionaban, pero era la manera de dar acceso a la gente a nuestra música, que se basaba en otro tipo de sonidos y actitudes más actuales dentro del rock’n’roll”, matiza J. Tras ocho discos y más de quince años de colaboración con el conglomerado RCA-Sony, el grupo decidió emprender una prometedora relación con El Segell del Primavera, que se tradujo en el EP “Dobles fatigas” (2015), varias giras y una ruptura inesperada. “Al principio fue un despertar para nosotros. Podrían haber salido cosas increíbles”, señala Banin sobre una historia que acabó truncada y que Florent ve como un paso importante para la banda. “A nivel vital, vino bien que otra gente cogiera las riendas para tomar decisiones que nos ayudaron a centrar la carrera de Los Planetas. Hicieron un trabajo fenomenal mientras nos entendimos. Otra cosa fue cuando empezamos a plantear el futuro del proyecto. Ahí surgieron pequeños roces debido a la falta de entendimiento por ambas partes, y decidimos, como buenos hermanos, tomar caminos diferentes”.
No parecen conscientes de lo que está pasando realmente; quizá sí lo son de que hay un malestar general, pero no saben qué lo causa ni la raíz del problema. A mí lo que me gustaría es que se aportaran soluciones, cosa que nosotros tratamos de hacer. Es cierto que en este disco hay una diferencia en el concepto, porque todos los anteriores fueron hechos para derribar el capitalismo, pero eso ya ha sucedido y la misión está cumplida. Ahora estamos intentando fomentar otra idea de estructura económica y social en la que, al menos, el amor sea posible, ya que antes era imposibleY sin el amor, el mundo se cae. Por tanto, es facilísimo derribarlo”
(J)
En el horizonte inmediato estaba un nuevo disco de Los Planetas. Siete años han pasado desde el lanzamiento de “Una ópera egipcia” (Octubre-Sony, 2010), período en el que la actividad del grupo ha ido fluctuando entre los proyectos personales de cada uno, actuaciones en festivales, una gira por Latinoamérica y un cierto tiempo de incertidumbre –tras la ruptura con El Segell– que se superó, como explica Florent. “Este fue el punto de partida del nuevo álbum. No fue una excusa, porque ya estábamos negociando hacerlo, pero, al no lograr un acuerdo, nos sirvió de revulsivo. Coincidí con J en que la mejor manera de reconducir la carrera de Los Planetas era grabar un disco nuevo. Le pedí que cuando tuviera las ideas claras y se sintiera con las fuerzas para iniciar ese proceso nos llamara. No pasó una semana y ya estábamos en el estudio trabajando”.
La peculiar forma que tienen de gestionarse Los Planetas, especialmente en los últimos años, al carecer de la presión contractual que se impuso en el pasado, ha dado lugar a esta larga espera. “Se ha tardado más en decidir cuándo íbamos a empezar a hacer un álbum nuevo que en grabarlo, porque, una vez que nos pusimos, en unas dos semanas estaba el grueso del disco casi listo. Luego ha sido un proceso de retoque y mezcla”. Lo dice Banin, que asegura estar muy satisfecho con la elección de Simon Heyworth como técnico de mastering“Me gustaba mucho el trabajo que había realizado con el ‘Another Day On Earth’ (2005) de Brian Eno”. Él es uno de los veteranos del grupo junto con Eric Jiménez, piezas indispensables de un engranaje al que se incorporó perfectamente Julián Méndez. Todos me señalan que ha sido fundamental la aportación en las mezclas de Carlos Díaz, unida a las grabaciones en el estudio con Jaime Beltrán (Pájaro Jack), sus habituales técnicos de directo. Gracias a que ellos conocen perfectamente el funcionamiento de cada uno, han podido sacar lo mejor de unas sesiones que Florent califica como algo caóticas. “Las grabaciones que hicimos en el estudio no estaban hechas de la mejor manera. Fueron un poco espontáneas: no le dimos tiempo al técnico ni a poner los micros. Tratamos de captar un espíritu más que de obtener una calidad técnica, y eso al mezclador le supone un trabajo extra para pulir ese caos que generamos”.
Cuando transcendió la noticia de que Los Planetas estaban grabando un nuevo álbum, no tardaron en llegar las llamadas. Hacerse con uno de los grupos más importantes de la música en este país supone elevar considerablemente el prestigio de cualquier discográfica. “Las ofertas que nos hicieron desde diferentes sellos eran muy interesantes, pero no aceptamos ninguna porque queríamos tener un mayor control de nuestra obra y sostener una situación en la que fuera viable el proyecto, actuando al margen de lo establecido”, explica J, quien, con el apoyo de El Volcán Música, su oficina de management, y otros aliados, mantendrá la toma de decisiones en el seno de la banda. Los Planetas siempre han intentando dar ejemplo, posicionándose en muchas ocasiones para defender un ideario, cosa que puede estar perdiéndose en las nuevas generaciones de artistas, que han preferido asociarse a fórmulas de fácil acceso al gran público. “No parecen conscientes de lo que está pasando realmente; quizá sí lo son de que hay un malestar general, pero no saben qué lo causa ni la raíz del problema. A mí lo que me gustaría es que se aportaran soluciones, cosa que nosotros tratamos de hacer. Es cierto que en este disco hay una diferencia en el concepto, porque todos los anteriores fueron hechos para derribar el capitalismo, pero eso ya ha sucedido y la misión está cumplida. Ahora estamos intentando fomentar otra idea de estructura económica y social en la que, al menos, el amor sea posible, ya que antes era imposible–eso es lo que decían las canciones de Los Planetas–. Y sin el amor, el mundo se cae. Por tanto, es facilísimo derribarlo”, afirma J, que me recuerda cuando al principio de su carrera sonaron en las radiofórmulas. “Me siento muy orgulloso de que Los Planetas hayan llegado hasta donde lo han hecho sin el apoyo de los medios generalistas. Aunque hemos intentado tenerlo, no lo hemos encontrado. Pero, a pesar de eso, tenemos un montón de público y hemos sido influencia clara sobre lo que ha venido después”.
LOS PLANETAS, Zona de conflicto
Orbitando (de nuevo) en la galaxia emocional. Foto: Alfredo Arias
Seguramente no fueron un referente para la banda de trap PXXR GVNG, pero, desde que los descubrió, J ha manifestado en diferentes ocasiones su predilección por ellos y, en concreto, por Yung Beef. “Nos conocimos en Madrid hace un par de años; yo ya era seguidor de su trabajo. Son el tipo de artistas que captan el pulso de la calle. Un día cogí una canción suya, saqué los acordes con la guitarra, pero no podía cantarla como lo hace él, así que pensé en meter una letra que fuera más propia de mi edad”. De ahí surgió “Islamabad”, la canción que abre el disco con un mensaje muy sugerente lleno de misticismo y que J trata de descifrar. “Utilicé una idea filosófica que parte del Corán. Dice que todos pertenecemos a una realidad única que es considerada a modo de Dios. En ese todo se aúna tanto lo que vemos como lo que no. Creemos en algo que está por encima de nosotros y que realmente no se llega a comprender, pero eso únicamente está en la mente humana, no en otras especies, y por tanto es un invento del hombre para explicar toda la realidad existente. Si ese Dios que comparten los seres humanos se intenta dividir, acaba provocando luchas entre los hermanos que formamos la misma especie. Lo dañino para el hombre es la violencia, porque con ella se generan las desigualdades, justo lo que quieren los poderosos para así sembrar miedo y caos en los pueblos”. Esta es la cara más incisiva de un álbum que se expande en canciones como la proclama libertaria “Guitarra roja”, una guajira del argentino Martín Castro, y de forma más sutil en “Ijtihad”, “Zona autónoma permanente” y “Libertad para el solitario”.
“Utilicé una idea filosófica que parte del Corán. Dice que todos pertenecemos a una realidad única que es considerada a modo de Dios. En ese todo se aúna tanto lo que vemos como lo que no. Creemos en algo que está por encima de nosotros y que realmente no se llega a comprender, pero eso únicamente está en la mente humana, no en otras especies, y por tanto es un invento del hombre para explicar toda la realidad existente”
(J)
“Zona Temporalmente Autónoma” mantiene esa clara influencia flamenca que se inició con “La leyenda del espacio” (Sony BMG, 2007) –elegido mejor disco nacional de la primera década del siglo XXI en Rockdelux 278–, pero ahora lo hace desde una perspectiva algo menos acentuada, ya que su discurso parece entrelazarse más que nunca con el pop clásico del grupo, como detalla Florent. “En ‘La leyenda del espacio’ había una intención muy clara. Entonces no fue tarea fácil acercarnos a las canciones antiguas del flamenco para aportar nuestra visión. Hubo que dar un paso más y arriesgar, apostando seriamente por eso, de forma que en nuestro caso se ha asentado, porque el sonido Planetas siempre ha estado ahí, aunque la parte musical de melodías y acordes fuera muy flamenca en ese disco y en el siguiente. Ahora ha surgido una mezcla de forma muy natural, como ocurre en ‘Espíritu olímpico’, que puede ser el ejemplo perfecto para definir en qué lugar están hoy Los Planetas. Aunque se trata de una canción que puede ser anglosajona, porque no tiene los acordes menores del flamenco, hemos podido meterle una letra y melodía flamencas”.
Este trabajo muestra nuevamente la capacidad compositora de J, que vuelve a tocar la fibra emocional con esa sensibilidad única para tratar el amor. Una buena muestra son “Una cruz a cuestas”, “Seguiriya de los 107 faunos”, “Porque me lo digas tú” o “Amanecer”. Nadie mejor que él para descifrarlas. “Los Planetas hacemos canciones de música popular en las que intentamos reflejar experiencias y emociones. Cada vez que descubro una nueva me inspira; puede proceder de la realidad o de canciones, libros, películas... Luego, la cultura de cada oyente hace que se interpreten de una forma diferente. La música en general es muy abstracta y transmite un concepto más amplio; en cambio, con la letra puedes llamar la atención sobre aspectos más concretos para llegar a más gente”. Eso también le lleva a reflexionar sobre la música popular, que a lo largo de los siglos ha sido transmitida de forma natural y en la actualidad se ha visto alterada. “Me gustaría diferenciar la música popular de la comercial, que es la que ahora escucha mucha gente. Eso es una paradoja de estos tiempos. La música popular siempre ha nacido del pueblo y nunca fue impuesta por el poder, ni seleccionada por unos criterios que dictaminan las élites para vendérnosla como cualquier otro producto”.
Para despedirnos, J sentencia la conversación con una predicción cumplida: “Cuando hicimos este disco ya sabíamos que iba a ganar Donald Trump; por eso hacía falta una Zona Temporalmente Autónoma”. Así pues, esperemos que ese espacio propio que disfrutan en El Fargue no se vea alterado por fuerzas represoras mientras aguardamos sus próximos directos como una revuelta que pueda golpear mentes inquietas y corazones sensibles. 
ANARQUÍA EMOCIONAL
Quizá aún no lo sepas, o tal vez sí, pero las canciones de Los Planetas hablan de ti. Lo hicieron a principios de los noventa, también en el arranque del nuevo siglo y, de nuevo, ahora. No es la primera vez que se reflexiona acerca de los sentimientos que alimentaron a toda una generación que descubrió el amor, el sexo y las drogas junto con la rabia o la frustración a través de sus temas. Sus “himnos generacionales”, ya fueran el número 83 –por la evidente referencia a su canción– u otros de su extenso repertorio, calaron en una infinidad de jóvenes. Los mismos que los coreaban con fuerza, al convertirlos en sus propias proclamas, durante las actuaciones del grupo. Esa conexión emocional con sus seguidores es tan profunda que les hace imposible olvidar lo que se siente con sus canciones.
Como todos ellos, J también tuvo una “primera vez” con la música. “Recuerdo que a los 12 años conseguí una cinta de Roxy Music del disco ‘Flesh + Blood’ (1980). En ella se incluía el tema ‘Oh Yeah’ y, aunque apenas sabía inglés, me preocupé por traducirlo. Con esa edad no me había enamorado nunca, pero entendí que el amor era lo que esa canción me transmitía al escucharla”. Está claro que al tratarse de un sentimiento único y personal se convierte en algo difícil de explicar con palabras, pero gracias a la música se puede intentar. “Nuestras canciones han tratado situaciones en las que el desamor proviene de una experiencia dolorosa. Comprender lo que sucede en esos momentos es fundamental para poder afrontarlo. Como el amor tiene una parte genética y otra cultural, el que posea una mayor cultura podrá enfrentarse mejor a esos problemas. Si, además, las canciones de Los Planetas te sirven para entenderlos y sentir que no estás solo, porque hay otros a los que les ocurre lo mismo que a ti, es lógico que les tengas cariño”.
Cuántos han escrito composiciones sobre los sucesos que rodean al amor y sus posteriores desenlaces... La historia está llena de ellos, pero en el imaginario de cada uno solo perviven los que realmente nos emocionaron. “Intento descifrar por qué se producen los desencuentros en las historias de amor y siempre llego a la conclusión de que se deben a fuerzas estructurales. En el sistema actual de vida que tenemos hay obstáculos claros como el económico, que impiden que el amor se desarrolle. Si no tienes dinero para comer, tienes que invertir tu tiempo en buscarte la vida y, por tanto, no puedes profundizar en las relaciones con otras personas”. Para evitar que la realidad pueda interferir en las emociones, es mejor dejarse llevar por los sentimientos tan puros que provoca la escucha de sus canciones, como un acto de libertad individual al que nada puede imponerse. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

micanciondemisemana - ROSENDO - FLOJOS DE PANTALON

miportadademisemana - PINK FLOYD "The dark side of the moon" 1973

Capítulo 3. FRASES ESCONDIDAS EN CANCIONES. Hoy... IVÁN FERREIRO