Sonidos de América Latina - VOL 19 - INVISIBLE "El jardín de los presentes" (1976)


Invisible no les sonará de mucho me temo. Y buscar este grupo sin más en la era Google es casi como una aguja en un pajar.
Pero si le acompañamos de apellidos como banda argentina, Spinetta o el título del disco, ya empiezan a aparecer numerosas webs.

Y es que en Argentina, la devoción que se tiene por el gran Luis Alberto Spinetta es máxima.

Esta fue su segunda banda, tras Pescado Rabioso y antes de lanzarse a otros proyectos menores y a su carrera en solitario.

Nada menos que tiene más de 40 años este disco y para nada suena anticuado como a veces pasa con la música latinoamericana, que algunos discos envejecen muy mal.
"El Jardín de los invisibles" en cambio, suena cada vez mejor y recuerda al rock progresivo, a Pink Floyd, a King Crimson, Robert Wyatt..... rock sin prisas, de matices, con detalles, dejando respirar a las canciones.

Pero no me enrollo mucho porque la entrada de hoy es larga, con dos interesantes entradas que he encontrado y que quiero compartir con vosotros.



Ficha técnica:

Publicación:  1976
Grabación: estudios CBS en 1976
Géneros: Rock progresivo - Jazz - Rock
Duración:  37:42
Discográfica:   CBS (Reedición de Columbia/Sony Music)
Productor:  Luis Alberto Spinetta


Lista de temas

**Todos los temas fueron compuestos y arreglados por Invisible**

Lado A
El anillo del Capitán Beto - 5' 12
Los libros de la buena memoria - 5' 10
Alarma entre los ángeles - 6' 31
Que ves el cielo - 2' 07
Lado B
Ruido de magia - 4' 38
Doscientos años - 4' 12
Perdonado (niño condenado) - 7' 09
Las golondrinas de Plaza de Mayo - 3' 24

Músicos y técnicos

La banda

-Carlos Alberto "Machi" Rufino: Bajo.
-Héctor "Pomo" Lorenzo: Batería.
-Luis Alberto Spinetta: Guitarras y voz.
-Tomás Gubitsch: Guitarra
Músicos invitados

Gustavo Moretto: ARP String Ensemble en Ruido de magia y Las golondrinas de Plaza de Mayo.
Juan José Mosalini: Bandoneón en Los libros de la buena memoria y Las golondrinas de Plaza de Mayo.
Rodolfo Mederos: Bandoneón en Las golondrinas de Plaza de Mayo.

Ficha Técnica

Ingenieros de sonido: Néstor Gilardón y Oscar Giménez.
Mezcla: Roberto Labraga.
Arte y foto interior: Juan Gatti.
Foto de portada: Eduardo Martí, Jorge Gubitsch 








Una de las dos grandes reseñas que he encontrado. Esta está sacada de rockeros-blog.blogspot

Todas las músicas llevan en el orillo la marca de su época. La mayoría revela su edad con tan sólo sonar: son prisioneras de la historia. Pero algunas músicas tienen una relación más esquiva con el calendario. Pienso en “Visions of Johanna”, de Bob Dylan. En “Strawberry Fields Forever”, de The Beatles. En “The End”, de The Doors. En el “Hallelujah”, de Leonard Cohen. Son piezas que invitan a perpetrar anacronismos, puesto que sirven como instantáneas de su tiempo pero también servirían para musicalizar los momentos en que lo humano perecedero se conectó con lo humano eterno, tanto en el pasado como -por qué no- en el futuro. ¿O acaso no sonará algunos de los apocalipsis como “Metal Machine Music”, de Lou Reed?

La música de Spinetta sostuvo siempre una extraña relación con su tiempo. (Como todas las obras valiosas, la de Spinetta crea su propia temporalidad.) Pero el periplo de la banda Invisible representa una singularidad aun dentro de esa tendencia.

A comienzos de los ‘70, Spinetta había creado música abrasiva y visionaria bajo la etiqueta Pescado Rabioso. Fue un tiempo en que, según propia confesión, blandió “la guitarra eléctrica como espada de fuego” contra todos los males de este mundo. (Una de las razones por las que se toca a todo volumen es para afirmar la propia existencia: la expresión rockera del cogito ergo sum es, qué duda cabe, el riff.) Y sin embargo la vida avanzaba a toda velocidad hacia una zona de tormentas, que mantendría a raya a los arcángeles y sus espadas flamígeras.

Recuerdo anécdotas del Cómo vino la mano, de Miguel Grinberg, que ilustran ese tiempo. Spinetta regalándole al admirado Pappo su mejor guitarra, para que éste la vendiese de inmediato. Pappo pintando las paredes de Spinetta con estas palabras: te niego, no, no, te super niego. Por eso mismo es fácil entender a Invisible como una reacción ante ese agujero negro de pura negatividad que estaba ad portas, y del que Pappo fue apenas un heraldo. Ya que no se podía subir más el volumen, ni distorsionar la distorsión, había que recurrir a otro tipo de estrategias.

Invisible rompe entonces con dos dialécticas en simultáneo: la fuerza bruta de Pescado y los códigos de su tiempo. A la violencia creciente le opone la persistencia en el lirismo. Frente al descontrol, abraza la elegancia. Invisible se rehúsa (perdón por el uso del presente, pero hablo de una música que nunca sonó mejor que hoy) a aceptar las reglas del juego que el poder impone; y en cambio se aferra a la belleza con desesperación, como el Ulises que se ata al mástil para no sucumbir a la seducción fatal de las sirenas.

Este distanciamiento voluntario no se tradujo, por fortuna, en aislamiento. El Spinetta de Invisible estaba en sintonía con su tiempo. Y los destellos que insinuaban los primeros álbumes y singles de Invisible (algunos temas, como “Lo que nos ocupa es esa abuela”, la conciencia que regula el mundo, sonaban todavía a regurgitación de Pescado; pero otros, como “Pleamar de águilas”, se abrían al porvenir: cantar “Si las águilas se esfuman / amanecerá” suponía el pleno ejercicio de la vis profética) alcanzan la compresión del diamante en El jardín de los presentes, obra grabada entre julio y agosto de 1976.

Qué fechas más fatídicas. The horror. The horror...

Y sin embargo, El jardín suena (porque sonaba así entonces, pero ahora más) como un antídoto contra todos los males de este mundo. Ya desde el inspirado título, que no está tomado de tema o verso alguno, sino que es más bien una promesa. (¿Nuestra tierra prometida, nuestro tiempo prometido?) La del ‘jardín de los presentes’ es una imagen que llama de inmediato a visualizar su opuesto: la tierra baldía que teníamos delante, y que de allí en más habitarían los miles de argentinos que empezaban a ser negados, super negados, convirtiéndose en ausentes.

El jardín de los presentes se ofrece, así, como una máquina de dispensar talismanes con forma de canción. Empezando por “El anillo del capitán Beto”, joya beneficiosa pero insuficiente, porque “inmuniza contra el peligro / pero no lo protege de la tristeza”. Después vienen “Los libros de la buena memoria”, seguidos por un instrumental cuyo título es pura elocuencia: “Alarma entre los ángeles”.

“Que ves el cielo” es una epifanía de dos minutos, el Spinetta más simple y más desnudo. Pero esa miniatura tiene una coda dramática en “Ruido de magia”, donde la mujer que baila se convierte en Ofelia (“Te vi como mecida / en algo / cubierta de racimos / más que blancos. / Tú fuiste la querida / en la tormenta. / No llega ya mi voz / a tu alma”), víctima sacrificial de los reyes y príncipes que nunca faltan, y mucho menos hoy.

La desolación es tan grande, que en “Doscientos años” el cantante reclama una palabra que lo salve. Y esa palabra asoma en la canción siguiente. “Perdonado (Niño condenado)” expresa la capacidad cuántica del arte para hacer que aquello que no es, sea de todos modos, logrando que aquel “niño condenado / por el diablo / de febrero” resulte perdonado dentro de los confines de la canción. El broche lo pone “Las golondrinas de Plaza de Mayo”: una música de una belleza tan plácida, tan confiada en la existencia de un futuro, que en 1976 debería haber sonado demencial.

Tan grande es la fe de Spinetta en el poder alquímico del arte, que lo último que suena es una voz que dice: “Bienvenidos al jardín de los presentes”. Como si nos aclarase que la verdadera obra de arte no es lo que acabamos de escuchar, sino las vidas que comienzan cuando la música termina.

El jardín de los presentes sigue funcionando como si hubiese sido concebida para sonar (siempre) mañana. Todavía es, tal como se lo sugiere en “Los libros de la buena memoria”, “un vestigio del futuro”. Tanto es así, que en los umbrales de 2010 la canción sigue cuestionándose: “Doscientos años. / ¿De qué sirvió / haber cruzado a nado la mar?”, como si Spinetta hubiese escrito la canción para que nos interpelase desde el Bicentenario.

Deberíamos escuchar este álbum más seguido. Porque en el vacío de las músicas de hoy, suena como el eslabón perdido. Y porque está claro que, ay, todavía estamos lejos de llegar al jardín de los presentes.




increible repaso el que he encontrado en jardindegente.com.ar.


No hay duda que "El Jardín de los Presentes" marca uno de los puntos creativos más altos en la longeva trayectoria musical del compositor y guitarrista Luis Alberto Spinetta. La elegancia melódica, la melancolía desbordante, la fineza de los arreglos musicales y en definitiva, la belleza inexplicable e inmensa expresada en este álbum, no puede más que dejarnos mudos y atónitos. La sensibilidad de Spinetta aquí se nos devela como en ninguno de sus discos y su madurez como cantante, compositor, poeta e instrumentista llegan a un nivel simplemente sorprendente. No hay que olvidar que el artista argentino había dado el grito primigenio del rock en nuestro continente con los dos discos de Almendra y que luego, había formado la agrupación más rockera.

Pescado Rabioso editando elepés tan fundamentales como "Pescado 2" y el también bellísimo "Artaud", entre otros. Lo que quiero decir, es que para la fundación de Invisible en 1973, Spinetta ya tenía un largo camino recorrido y era uno de los artistas más respetadas de la cultura rockera de nuestros países. Fue así como juntándose con la base rítmica de Pappo's Blues, el guitarrista formó uno de los tríos más entrañables del rock cantado en castellano: Spinetta (guitarra y voz)-Pomo (batería)-Machi (bajo) = INVISIBLE.
Para contextualizar un poco el período de "El Jardín de los Presentes", hay que decir que es el tercer y último disco de Invisible y el sucesor del álbum homónimo de 1974 y del también extraordinario "Durazno Sangrando" de 1975. Posteriormente, Spinetta disolvería la banda y después de editar su disco solista "A 18 Minutos del Sol", formaría su compleja nueva agrupación Spinetta-Jade, para luego de cuatro discos, comenzar de lleno con su carrera como solista que nos sigue dando frutos hasta nuestros días. Invisible se inserta sobresalientemente a mediados de los 70 en Argentina como parte de un extenso fenómeno de fructificación de grandes bandas como Alas, Crucis, El Reloj, Ave Rock, Vox Dei, La Máquina de Hacer Pájaros y otras, que estaban poniendo en alto el nombre de América Latina por esos años. Por eso, a pesar de la genialidad de "El Jardín de los Presentes", hay que decir que es parte de una manifestación más general que básicamente era el rock mezclado con el jazz y el llamado tango rock, influenciado principalmente por la figura gigantesca de Astor Piazzola.
Pero entremos de lleno en materia. El álbum está compuesto por ocho canciones que podríamos describir como etéreas, nostálgicas, poéticas y llenas de una belleza cristalina que sobrepasan cualquier descripción que podamos dar con las palabras. Spinetta decía que le había puesto Invisible a la banda porque quería crear una música que fuera "invisible" para los sentidos. Creo que no hay duda que en esta placa el músico logró su cometido ya que este es un trabajo que llega directamente al alma, sin que nuestros sentidos logren filtrar la información. Todas sus canciones son clásicos del rock de América Latina, partiendo por el viaje mágico de "El Anillo del Capitán Beto" que después de irse tan lejos lo único que quiere es volver a su tierra. ¿Metáfora del paraíso perdido? El anillo como símbolo del alma que nunca muere. Sólo parte de la letra es necesaria para emocionarnos: "¿Dónde está el lugar al que todos llaman cielo? (...) ¿Por qué habré venido hasta aquí si no puedo más de soledad? Su anillo lo inmuniza de los peligros, pero no lo protege de la tristeza...". Un comienzo excepcional con una banda llena de poder comandada por Spinetta en la guitarra y la voz, y que sobresale por su aspecto melódico y por sus, aunque pequeñas, partes de desarrollo instrumental.
El disco continúa con otra de las monumentales piezas del rock latino. "Los Libros de la Buena Memoria" es una balada cadenciosa, con una melodía vocal y letra simplemente maravillosa y que destaca por los arreglos de guitarra acústica y eléctrica, más la inclusión del bandoneón. De aquí pasamos a la muestra del virtuosismo de Spinetta en el tema "Alarma Entre los Ángeles", en una composición que no es sino más que un extenso solo de guitarra lleno de sentimiento y rapidez, en donde también Pomo y Machi demuestran sus atributos como instrumentistas. Aquí se empieza a notar la admiración del "flaco" por el trabajo jazz-fusión del guitarrista de Mahavishnu Orchestra, John McLaughlin, el que explotaría después con gran fuerza en Spinetta-Jade. De la complejidad de este tema, pasamos sin darnos cuenta, a la simpleza acústica casi perfecta de la canción de amor "Que Ves el Cielo" y su sublime letra: "Hoy tu pollera gira al viento/ Quiero verte bailar/ Entre la gente /Entre la gente/ Quiero verte bailar/ No importa tu nombre si me puedes contestar/ Son tantos tus sueños que ves el cielo mientras te veo bailar". Economía de palabras, poesía pura.
El recorrido de "El Jardín de los Presentes" sigue sorprendiéndonos con notables canciones como la incorpórea, sutil e impalpable "Ruido De Magia", la belleza desnuda de "Doscientos Años", la tremenda, y quizás uno de los puntos más altos del disco, "Niño Condenado", para terminar con la sensibilidad y bondad de uno de los maestros vivos más importantes de la música contemporánea, con "Las Golondrinas de la Plaza de Mayo". Si me dijeran que tengo que irme a una isla desierta y sólo elegir 10 discos que serían los que me acompañarían toda la vida, escogería algunos de Los Beatles, "Rock Bottom" de Robert Wyatt, otros de Pink Floyd , King Crimson y en un lugar privilegiado, la aristocracia del espíritu que representa "El Jardín De Los Presentes" de Invisible.

"Los libros de la buena memoria"


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