Coleccionando vinilos - 177 - ROSALIA "el mal querer" (2018)
Creo que hoy la entrada debe ser breve y solo contar cuatro reseñas personales. Porque lo importante es lo que viene después de mi opinión y en todo lo que puedan leer de este discazo.
Yo hablando de Rosalia, yo defendiendo a Rosalia, que cosas, con lo poco que me gustan las carreras meteóricas.
Pero para mi existen dos Rosalias totalmente distintas y por eso nunca escucharé una playlist de ella.
"Los Angeles" es un disco muy bello, calmado y purista y "El Mal Querer", que decir de este disco casi rozando el título de obra maestra, y más cuando lees sobre él o ves el vídeo de Jaime Altozano explicando el disco.
Pero luego está la otra Rosalia, la colaboradora, la estrella mundial. Todos quieren tener a Rosalia colaborando en una canción.
Incluso gente como The Weeknd, que su tema "Blinding LIghts" ha sido el tema más escuchado en 2020 en Spotify, no se le ha ocurrido mejor homenaje que regrabar esta canción con la colaboración de Rosalia.
Así que ole para ella por ser la cantante femenina más solicitada.
Pero no puedo ponerme una playlist suya porque es una sucesión constante de colaboraciones con las que no comulgo en muchas de ellas.
Tiene los bolsillos llenos y su edad media de fans ha bajado considerablemente con este acercamiento a lo latino, acercamiento "peligroso" que me hace dudar de hacia donde tirará para su tercer disco. Que esperemos no se demore más allá de 2021-2022.
Y para finalizar, "El Mal Querer" es un discazo, pero es un discazo con tres patas y las tres tienen importancia y no han sido igual de reconocidas. (Rosalia, El Guincho y C. Tangana)
Todas las canciones están producidas por Rosalía y el Guincho. Entre los principales colaboradores también está Antón Álvarez Alfaro, también conocido como C. Tangana, que colabora en ocho de los once temas del disco.
No puedo estar más feliz por El Guincho, ya que es un artista al que he seguido desde el principio con "Coconut" y luego sus discos en solitario, muy minoritarios y solo defendidos por gente como Rockdelux.
Ahora es un artista/productor de renombre, pero me encantaría que se atreviese con otra locura sonora firmada bajo su nombre.
N.º | Título | Escritor(es) | Duración | ||||||
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1. | «Malamente» (Cap.1: augurio) | Rosalía Vila El Guincho Antón Álvarez | 2:29 | ||||||
2. | «Que no salga la luna» (Cap.2: boda) | Vila Álvarez Antonio Gallardo Molina Nicolás Sánchez Ortega | 4:29 | ||||||
3. | «Pienso en tu mirá» (Cap.3: celos) | Rosalía Álvarez | 3:13 | ||||||
4. | «De aquí no sales» (Cap.4: disputa) | Vila Álvarez Díaz-Reixa | 2:24 | ||||||
5. | «Reniego» (Cap.5: lamento) | Vila Public domain | 3:28 | ||||||
6. | «Preso» (Cap.6: clausura) | Vila Ferrán Echegaray Rossy de Palma | 0:40 | ||||||
7. | «Bagdad» (Cap.7: liturgia) | Vila Díaz-Reixa Álvarez Luis Troquel Leticia Sala Bufill Justin Timberlake Timothy Mosley Scott Storch | 3:02 | ||||||
8. | «Di mi nombre» (Cap.8: éxtasis) | Vila Álvarez | 2:42 | ||||||
9. | «Nana» (Cap.9: concepción) | Vila El Guincho Public domain | 3:17 | ||||||
10. | «Maldición» (Cap.10: cordura) | Vila Álvarez Public domain | 2:55 | ||||||
11. | «A ningún hombre» (Cap.11: poder) | Vila Álvarez | 1:34 | ||||||
30:13 |
Dos reseñas y un gran reportaje para dejar constancia de la relevancia de este disco, y que pueden buscar mucho mas porque de ese disco se ha hablado en webs musicales, literarias y si me apuran hasta en webs de prensa rosa o de cocina habrán hablado de este fenómeno.
Os dejo la de THERUBIEW.COM
En JENESAISPOP como no, que ya han abrazado los sonidos latinos en sus publicaciones, hizo esta gran reseña.
Los que admiramos a Rosalía desde aquella primera vez que escuchamos ‘Catalina’, con el runrún desatado al saberse que había grabado su álbum debut con Refree, teníamos cierta cautela ante el exacerbado hype –justificado, sí, pero con un boom internacional nunca antes vivido con un artista español con tan poco recorrido público– vivido con ‘El mal querer’. Este viernes, 2 de noviembre, llegaba al fin a nosotros el segundo álbum de la artista catalana y, en buena medida, sentimos alivio porque el ruido no sólo está justificado sino respaldado por un álbum sobresaliente.
Cierto es que quien espere nueve émulos del carácter efusivamente pop de ‘Malamente’ y ‘Pienso en tu mirá’, su capacidad para cautivar de forma inmediata, quizá se sentirá decepcionado, encontrando apenas en la también soberbia ‘Bagdad’ –como decía mi compañero Jordi Bardají, en su compleja elaboración hay mucho más que un simple guiño autorizado a ‘Cry Me a River’– otra colisión clara con la música popular anglosajona capaz de traspasar fronteras. Porque ‘El mal querer’ es un álbum mucho más tradicional de lo que aquellos temas auguraban –y, por tanto, más arriesgado y esquivo–, con una artista entregada de lleno a ofrecer una obra compleja y fascinante, que no se consuma con ligereza. En ese sentido, la mayor parte del disco (en realidad es más que eso, habida cuenta de que lo escénico y lo visual son partes cruciales de un todo) indaga en la equidistancia entre lo contemporáneo y la visión orgánica y personal del flamenco que ya mostró en ‘Los ángeles’. El flamenco, con tangos (‘Di mi nombre’), bulerías (‘Que no salga la luna’), pregones (‘Reniego’) y fandangos (‘De aquí no sales’), sigue nutriendo el universo de Rosalía Vila, fiel a su esencia.
Sin embargo, ella, implicada al máximo en la producción dirigida por El Guincho, se esmera por “traducir” esos palos a una visión formalmente moderna y nada ortodoxa –la palma se la lleva el empleo frecuente de sonidos reales, desde armas blancas a tintineos de joyas, que inciden en el carácter narrativo de la obra. Así, aunque ‘Que no salga la luna’ parta de un sample de ‘Mi canto por bulerías’ de La Paquera de Jerez, la estructura huye de lo evidente –ocultando y haciendo brillar alternativamente la guitarra de Manuel Moreno–, usando de una manera muy potente los fantásticos coros y jaleos de Los Mellis, Las Negris más Lin y Nani Cortés y combinándolos con toques de AutoTune estilo trap. Otro ejemplo claro de esa vena basada en la tradición es ‘Reniego’, inspirada en un pregón de Gabriel Macandé (una oscura figura histórica del flamenco a la que Camarón reivindicó en su día) engalanado por unos increíbles arreglos orquestales de Jesús “Bola” Carmona, que evoca muy cinematográficamente las grabaciones de cantaores de copla de los años 40 y 50. También alude a la copla ‘Maldición’, aunque de una manera más insólita, con ese sintetizador que parece emular a un clavicordio medieval, combinándolo con pitos y teclados a lo James Blake, para terminar sobre un sample de una canción de Arthur Russell tan poco evidente como ‘Answers Me’.
Se podría decir que, tras sus dos potentes primeros singles, los cortes más impresionantes de ‘El mal querer’ son los que llevan esa mixtura a un punto más extremo. Si la muy grower ‘Di mi nombre’ es bastante respetuosa en cuanto a estructura con los tangos malagueños en los que se inspira, la sorpresa está en el vestir: en los yali-yalis autotuneados, los jaleos empleados al modo en que se usan ad-libs en el hip hop, o el minimalismo de sus teclados. Más radical aún es ‘De aquí no sales’, en la que el compás de los tientos seguiriya está marcado con el sonido de motores de motocicletas de gran cilindrada, frenazos y sirenas, antes de que una tormenta de autocoros sampleados y distorsionados se desate en su enérgica recta final. Y es que, más allá de que Vila emplee su maravillosa voz como el eje de todo el disco, la cantaora sabe sacar partido al aprendizaje y experiencia de Pablo Diaz-Reixa junto a Björk en la era de ‘Biophilia’ –una influencia palpable– para usar los coros como otro instrumento más, llevándose la palma esas capas angelicales que se suceden y superponen magistralmente en la citada ‘Bagdad’. Un recurso transgresor que de nuevo hace pensar en James Blake y que, como él, la sitúa en un limbo en el que clasicismo y modernidad son uno. La preciosa ‘Nana’, es el perfecto ejemplo de ese singular espacio fantasmal/espiritual.
Otro de los factores que eleva ‘El mal querer’ como una obra de gran calado es su línea argumental. Como sabemos, se trata de un álbum-concepto sobre el amor más pernicioso y dañino, estructurado en capítulos a modo de representación teatral –a ello ha contribuido el dramaturgo, amigo personal de Rosalía, Ferran Echegaray– inspirada en una novela francesa del Siglo XIII llamada, nada casualmente, ‘Flamenca’. Partiendo de aquella obra atribuida a Arnaud de Carcassés, que narraba la historia de la hija de una aristócrata que es encerrada por su celoso marido en una torre, Rosalía y Echegaray hacen una simbólica transposición a una tóxica relación de pareja contemporánea, naciendo con el (mal) augurio de ‘Malamente’ –que, aunque abre el álbum, podría ser también su final, apuntando a una estructura circular repetida inmisericorde, tristemente–. Fantástico desde un punto de vista narrativo (buena parte de las letras han sido escritas por Rosalía junto con Antón Álvarez, C. Tangana, tomando elementos del cancionero popular), ya en la misma boda (‘Que no salga la luna’) emerge entre el cortejo y el agasajo un ente oscuro: los celos (‘Pienso en tu mirá’) y la posesión de los que, estremecedoramente, sitúa como cómplice a toda la sociedad cuando se canta que “si hay alguien que aquí se oponga / que no levante la voz / que no lo escuche la novia”, mientras esta anda ensimismada escogiendo abalorios (aunque chirríe de primeras, así cobra todo el sentido ese interludio cinematográfico).
A ese punto de partida, le suceden la violencia (‘De aquí no sales’, en la que casi duelen los golpes de acelerador mientras Vila sobrecoge cantando “con el revés de la mano yo te lo dejo bien claro”, situándose como la voz del maltratador), el sufrimiento (dramática ‘Reniego’) y la ocultación, el enclaustramiento (aunque hay que reconocer que el recurso de emplear en ‘Preso’ a alguien conocido como Rossy de Palma es inteligente, su intervención tiene un punto cuasi-cómico que mengua el poder del mensaje) propios de la violencia machista. La recta final, más litúrgica en lo musical, representa la liberación de ese círculo de terror por la vía espiritual y el amor propio (preciosa esa imagen de la conexión con Dios a través de las palmas –“junta las manos y las separa”–, del arte, para superar el dolor en ’Bagdad’), para encontrar una nueva pasión y una expresión del amor puro (la maternidad, en ‘Nana’) que llevan a recuperar la confianza para sobrevivir (‘Maldición’) y apuntar al poder femenino –individual y colectivo– (‘A ningún hombre‘) para romper con la terrible dinámica homicida de la violencia machista.
Indudablemente, la potente carga inspiradora que ‘El mal querer’ puede suponer para un público potencial femenino muy joven –en su sonada presentación en la Plaza de Colón de Madrid congregó a numerosas chicas adolescentes enfervorecidas– tiene un enorme valor social, que ejemplifica hasta qué punto la cultura puede y debe influir en la vida diaria de todas y todos. Pero ese carácter está inducido en esta obra con sutileza, siempre con la música y el arte como vehículo y fin, respectivamente. Siendo ‘Los ángeles’ un gran debut, ’El mal querer’ muestra a una Rosalía cada vez más consciente de sus capacidades y de su figura poderosa: con vocación popular pero inconformista, complaciente pero desafiante, es una obra irrefutable en lo artístico, destinada a marcar una época en el pop, sin ninguna otra etiqueta que lo reprima.
Calificación: 9/10
Lo mejor: ‘Pienso en tu mirá’, ‘Malamente’, ‘Bagdad’, ‘De aquí no sales’, ‘Di mi nombre’, ‘Maldición’
Te gustará si te gustan: James Blake, Björk, Mala Rodríguez y Rocío Márquez
PIENSO EN TU MIRÁ
Por qué ‘El mal querer’ de Rosalía es una obra maestra
Más allá de la promoción y la atención mediática, la cantaora, que une magistralmente los universos del flamenco y el pop contemporáneo, es dueña de su propio lenguaje
Como dice el refranero español, muchas veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Con Rosalía está pasando: su arrollador e intenso éxito mediático no nos está dejando ver qué arte hay detrás de su nombre, conocido ya fuera del territorio español en lugares privilegiados a los que no han llegado muchos artistas con décadas de carrera a sus espaldas. Pero conviene fijarse en el bosque. Es decir: más allá del fenómeno Rosalía, está la música. Y El mal querer, su segundo y reciente disco, tiene carácter de obra maestra.
Obra maestra. Como suena, como se lee. Imagino ya a los puristas rasgándose las vestiduras. También a todos aquellos que no soportan los fenómenos mediáticos y comerciales, y a todos los que se rebelan rápido ante la mega estimulación que cada día nos brindan las redes sociales. Cierto: cuánto ruido con Rosalía, pero, sobre todo, cuánto atrevimiento. Eso es lo más importante: el atrevimiento, pero el de Rosalía al crear un álbum como El mal querer. Se trata de un disco valiente, rupturista, como las obras maestras. Álbumes que viven en su propia dimensión. Y eso es desconcertante. Rosalía ha descolocado a todos, empezando por los amantes de la música, que intentamos traducir este trabajo en los esquemas conocidos. Y no es fácil. Pero, sobre todo, es estupendo que suceda.
Es fabuloso que Rosalía nos desmonte. Lo ha hecho con un álbum inspirado en un libro del siglo XIV. En declaraciones a este periódico, la cantante barcelonesa decía que desarrolló El mal querer a partir de una novela de autor anónimo llamada Flamenca y que cuenta la historia de una mujer que se casa con un hombre y por celos este hombre la acaba aprisionando. El disco, un trabajo conceptual en toda regla, habla del “amor oscuro”, ese querer tóxico que termina por destrozar la autoestima, que hace perder vida. De esta manera, inspirado en el libro, cada canción es un capítulo. Desde Malamente. Cap. 1: Augurio hasta A ningún hombre. Cap. 11: Poder, todo el disco supone un viaje por fases: desde el enamoramiento inicial hasta los celos, el sufrimiento y, finalmente, el empoderamiento femenino.
Para la música es una inspiración desde el mismo momento en que apela al disco como concepto, a la obra intelectual en conjunto por encima de las canciones sueltas. En estos tiempos de pastiche, Rosalía nos propone por encima de todo escuchar de principio a fin todo un álbum. Nos invita a viajar en esta novela sonora de amor tóxico y liberación femenina, como se ha viajado siempre en los grandes discos. Es de agradecer. Es mucho más importante de lo que parece en un negocio de la música cada día más superfluo y más entregado a los singles y a los pelotazos. Y eso que ella ha conseguido enormes pelotazos con sus adelantos Malamente y Pienso en tu mirá, inteligentemente seleccionados.No es Rosalía una voz feminista en el sentido estricto, pero con este álbum, que apela a la cordura sentimental y al tenerse una a sí misma antes que doblegarse a cualquier machirulo, se convierte en un reclamo feminista. Y, especialmente, el reclamo es la propia artista por sus virtudes personales. Su fuerza creativa, su admirable independencia, su visión para el negocio y su personalidad magnética simbolizan mucho para la causa femenina. Su éxito es un paso importante, pero todavía más su talento, lo que inspira ella sola con su forma de ser y las decisiones que toma.
No es la única inspiración. Ni siquiera la más importante, habiendo otras como la estética del disco que tanto tira de la imaginería religiosa para otorgar mística, algo tan propio del flamenco. La más trascendental de todas las inspiraciones está en su música, en el contenido de El mal querer. Ahí es donde Rosalía se sale por los costados, aunque haga algo que, como todo, no tiene que gustar a todo el mundo. Rosalía, que ejerce de cantaora, compositora y productora, une magistralmente el flamenco con los ritmos urbanos actuales, bien sean el trap, el R&B contemporáneo o el pop bailable. Es algo en lo que llevaba trabajando dos años y que ha conseguido plasmar con la determinante ayuda de El Guincho, el otro productor del disco.
De principio a fin, El mal querer se mueve con compases del flamenco, pero con una producción actual propia del pop y el trap, debido al uso de samplers, auto-tunes, sintetizadores, teclados y determinadas líneas de bajo. No son decoraciones sin más. El éxito está en haber conseguido una simbiosis tal entre dos universos, en principio tan dispares, que hace que el que escucha se olvide de ambos y lo tome como un todo.
De esta forma, el disco arranca con palmas, una de las grandes distinciones del flamenco, pero mezcladas con el toque de una máquina Roland TR-808. La 808 es una caja de ritmos icónica, que permitió el desarrollo de la primera electrónica y fue ya utilizada por Marvin Gaye en su adictiva composición, Sexual Healing. Luego, le darían uso estupendo los Bestie Boys, pero también en el hip hop y la electrónica de este siglo se ha experimentado con el aparato. Kanye West, Diplo, David Guetta o Jamie XX, entre otros, han tirado de ella para dar una huella exclusiva a su música. Da un groove muy reconocible. Con el apoyo de los sintetizadores, esta caja de ritmos ha creado una muy buena ambientación en Malamente. En la canción más popular de Rosalía, el compás y el palo (como se le llama a los distintos estilos musicales del flamenco) siguen siendo flamencos con las palmas y el tambor, incluso con el modo de cantar y la lírica, pero la vestimenta es tan moderna que pasa por una canción de pop.
Es la gran conquista de El mal querer. Es un disco con doble alma: flamenca y pop. Pero pop entendido en el siglo XXI, año 2018, con las exploraciones electrónicas que triunfan en las listas de éxito del mundo entero. En este sentido, Que no salga la luna. Cap 2: Boda es una bulería jerezana a la que se le añade sampler pero también efectos sonoros tan propios del pop como, en este caso, el ruido de cuchillos o un interludio de voz con un lenguaje juvenil —“madre mía, qué guapo”, dice la protagonista—. Los efectos de sonido han estado en el pop de siempre —solo basta comprobarlo en dos de sus cumbres como el Pet Sounds de Beach Boys con el ruido de bocinas o ladridos de perro o el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles con la muchedumbre o el despertador—. Rosalía no se corta con ellos —llegó a empezar su anterior disco, Los Ángeles, con la voz de una niña en la preciosa Si tú supieras compañero—. Tampoco se corta al samplear un fragmento de Mi cante por bulerías de La Paquera de Jérez en esta bulería, un palo con un ritmo acelerado, propia de las fiestas flamencas, donde se recrea el barullo y que tiene todo el sentido en el capítulo de la boda para este disco. El alboroto en el flamenco se consigue con las palmas, pero también con los coros, tan fuertes en esta canción. De hecho, la sangre flamenca de este álbum no solo reside en las palmas sino también en sus coros.
Así, los coros y las palmas juegan un papel fundamental en Pienso en tu mirá, en la que el cajón flamenco se mezcla con el sampler y el reverb de su voz en el estribillo. Rosalía está creando cosas nuevas. Está traperizando el flamenco de una forma salvaje, sin miedo. Por eso, Pienso en tu mirá tiene su propia forma de ser, pero siempre mostrando el territorio flamenco. Es como si en esta posesión del género por el pop contemporáneo, la electrónica y el trap la artista barcelonesa dejase siempre una ventana abierta para que se vea el paisaje flamenco. Lo hablaba el otro día con Ángeles Castellano, colaboradora de EL PAÍS y experta en flamenco. Ella me llamó la atención de las pinceladas que se oyen del pregón de Macandé en De aquí no sales. Cap. 4: Disputa, una canción sampleada que acaba por bulerías. Lo hace en el tono pregonero y cuando canta “amargas penas te vendo, caramelos también tengo”. Macandé, también conocido como el loco o el chalado, se dedicaba a vender caramelos por las calles de Cádiz y creó un pregón que hizo furor en la ciudad. Los expertos decían que de su garganta salían los sonidos más negros del flamenco. Fue versionado por Camarón, y ahora Rosalía recupera su espíritu. Ángeles también me recordaba el homenaje a Camarón que es justo la canción siguiente, Reniego. Cap. 5: Lamento. La propia Rosalía lo ha reconocido. Tiene los versos que dicen “rio por fuera, lloro por dentro”, tan camaronianos, consolidados por una dramática sinfonía de cuerdas de aires modernos.
Todo brilla en su propio espacio de modernidad, esa que no soportan los más puristas. Eso es lo que más descoloca y lo que convierte a este álbum en algo distinto y rompedor. Como esos arreglos líquidos de los teclados, la caja de ritmos y el auto-tune en Bagdad. Cap. 7: Liturgia, reforzada por el coro infantil de Orfeó Catalá y precedida de una soleá. Siempre se ha discutido si el nombre de soleá viene de soledad o de ponerse el sol, pero aquí da lo mismo porque conjuga ambas ideas. Es una soleá, un cante solemne, para comenzar la emancipación desde la soledad y la oscuridad. Esa búsqueda hacia la autonomía del amor tóxico que comenta Rosi de Palma en Preso. Cap. 6: Clausura. “Te atrapas sin que te des cuenta, te das cuenta cuando sales y piensas: ‘Cómo he llegado hasta aquí”, dice De Palma. Con esa atmósfera de ensoñación, Bagdad. Cap. 7: Liturgia trae a la memoria a Björk. No es casualidad. El Guincho ya colaboró con Björk en su disco Biophilia, donde pudo conocer de primera mano esa ambición por la ópera instrumental de carácter etéreo. El mal querer explora un universo que mira a las creaciones de Björk, esas que están a medio camino entre estilos como el ambient y el dream pop, que proponen efectos envolventes y fluidos.
Aseguraba Rosalía que el disco fue concebido como “vocentrista”. Es decir, la voz está en el centro de todo, algo que también suelen hacer Björk o Kendrick Lamar, al que Rosalía cita como inspiración. Pasa más de lo que parece en el pop contemporáneo, tan influido por los avances del hip hop y el R&B. De ahí no solo la importancia de su voz, sino también de los coros y voces de segunda línea, tuneadas bajo el concepto de pop electrónico que dan los samplers, sintetizadores y melodías de bajo. El coro de voces consigue un éxtasis de una gran espiritualidad melodramática. Y conviene señalar que a la voz de Rosalía le falta raíz flamenca, uno de los males que le achacan los ortodoxos del cante jondo. Cierto, pero eso no significa que no tenga atractivo, otro tipo de duende. Paya y de Barcelona, sin andaluces ni músicos en la familia, su canto no se ha formado en las ventas ni los bares andaluces, sino de forma autodidacta y en la Escuela Superior de Música de Cataluña (Esmuc). Es algo distinto, que, a decir verdad, también es su talón de Aquiles para con el mundo del flamenco, donde suena más plana y ligera de lo que pide el arte del quejío. Pero eso también le permite arrimarse con más soltura al pop, incluso ella, consciente seguramente, se lanza sin restricciones a abrazarlo. De esta forma, Rosalía tira de auto-tune en su voz en Di mi nombre. Cap. 8: Éxtasis para reforzar la distorsión del personaje herido. Allí donde otros abusan del efecto, ella lo usa en el momento justo, con el fin de fortalecer el ambiente de distensión. Y todo para, en el fondo, ejecutar un tango gitano, ese palo flamenco cuyo compás pide el baile, tirando de gracia y picardía. Como suena: es un tango gitano sampleado y con auto-tune. Como sucede con la nana -tan típicas en el flamenco- Nana. Cap. 9: Concepción, poseída por el efecto del harmonizer, un modificador tonal que genera mayor densidad sonora, o el fandango Maldición. Cap. 10: Cordura, donde introduce el efecto de catana como si fuera Uma Thurman en Kill Bill, dispuesta a vengarse. “He dejado un reguero de sangre por el suelo, he dejado un reguero que me lleva al primer día que te dije te quiero”, canta Rosalía entre ruidos de espada. A ningún hombre. Cap. 11: Poder cierra el disco con un guiño a la zambra carcelera de Manolo Caracol, uno de los grandes del flamenco asociado a Lola Flores. Y sentencia: “Yo era tuya compañero hasta que fuiste carcelero. Voy a tatuarme en la piel tus iniciales sobre las mías para acordarme para siempre de lo que me hiciste un día”.
No es algo nuevo que Rosalía busca llevar el flamenco a otros estados artísticos fuera del círculo tradicionalista. En Los Ángeles consiguió con Raül Refree crear un álbum de lo que podría catalogarse como flamenco indie. Barnizaba el flamenco con una sonoridad más fina, menos visceral, donde no era tan importante la raíz jonda y sí el aspecto de elegancia en la desnudez, que lidiaba con las grabaciones lo-fi del indie. El propio Refree me comentaba el otro día que tuvieron claro “el concepto desde un principio” y que “lo más difícil fue encontrar una manera conjunta de entender el flamenco” bajo ese concepto. Y ahora en El mal querer prima de nuevo el concepto. “Me gusta mucho, creo que lo que quería hacer no era fácil y le ha quedado muy bien”, decía Refree sobre El mal querer. “En realidad este disco la representa muy bien, muestra sus gustos estéticos y musicales mejor que nunca. Ella conoce el flamenco, lo ha estudiado, y al mismo tiempo no he visto a nadie en este país con un flow como el suyo”, añadía.
Flow. Esa es la clave. Esa palabra tan usada por los músicos y productores, pero también por los jóvenes. Rosalía fluye, como fluyen sus canciones por sí solas y El mal querer como disco. Ya no porque tengan millones de reproducciones en las plataformas digitales o porque ella esté en todos lados, sino porque su música está llena de talento y es hoy en día una extraordinaria combinación de almas. Un disco con distintas almas como este quiere decir también que es un disco sin prejuicios, como el mejor arte. Sin prejuicios como sucedió antes en el flamenco con Camarón y Enrique Morente. El volcánico Camarón unió el flamenco y el pop-rock en La leyenda del tiempo. Morente hizo lo propio con el cante jondo y el indie-rock, en su vertiente ruidista, cuando se asoció a Lagartija Nick en Omega. Antes de ellos hubo exploradores esenciales como Lole y Manuel, Triana o Veneno. Cada uno en su época, cada uno en su contexto. Todos también fueron criticados y vilipendiados por los guardianes de las esencias.
Ahora, Rosalía lo fija todo en el pop actual. A propósito de Omega, me contaba Antonio Arias que le decía a veces a Morente que, si lo que estaban grabando, no era “demasiado atrevido” y el maestro, que llamaba a Omega “el monstruo”, le contestaba que tirase “p’alante” porque solo se podía hacer lo que ellos estaban buscando con atrevimiento. Rosalía no es Camarón ni Morente y le queda mucho por demostrar a partir de este éxito, pero se ha atrevido a querer meter el flamenco en las pistas de baile -que se lo digan a Malamente- y en el panorama del pop mundial, apelando a las necesidades masivas y juveniles de estos tiempos. Nada que no motive a esta veinteañera que igual dedica sus agradecimientos en los créditos de El mal querer “por enseñarme a inspirarme” a Camarón, Morente, Lola Flores, Agujetas, La Niña de los Peines, Cigala, Marchena, Chavela Vargas o Carmen Amaya que a James Blake, Leonard Cohen, Sufjan Stevens, Kanye West o Beyoncé. Ha decidido recorrer un camino distinto a otros talentos del género como Rocío Márquez, Silvìa Pérez Cruz, Niño de Elche o Miguel Poveda. Por eso, a diferencia de tantos músicos, conecta tanto con los jóvenes, también más allá de España. Sus resultados son magníficos, gracias a todo esto y a que, como ya se reflexiona en la prensa especializada de Reino Unido, el inglés ha dejado de ser una lengua de dominio absoluto para triunfar en las listas de pop del mundo anglosajón. Se vio en el éxito mundial de Despacito de Luis Fonsi, pero se ve también en otros artistas latinos. También, evidentemente, al apoyo discográfico y profesional que ha recibido desde los primeros compases de la salida del disco. Como me reconocía el presidente de Sony en España, José María Barbat, cuando les llegó el disco El mal querer completamente acabado, “se cayeron de culo”. Era mucho más ambicioso y distinto de lo que nadie esperaba.
Más allá del hype que se ha generado en torno a su figura, Rosalía es dueña de su propio lenguaje. Su ascenso es meteorítico y eso es su mayor y más inmediata amenaza, toda vez que ahora entra en otros círculos de dependencia e intereses muy distintos a lo que ha vivido hasta ahora. Incluso, aunque ella domine el proceso, puede verse condicionada. Habrá que ver cómo evoluciona toda esta espiral de éxito, qué sucede después de todo este éxtasis. Pero una cosa es segura: Rosalía es una artista de los pies a la cabeza. Guste más o menos, no celebrar su existencia en la música española sería no haber entendido nada.
Y para finalizar les recomiendo estos dos videos.
Jaima Altozano tiene un canal de Youtube sobre música (desde el punto de vista más profesional y teórico). Dedicó un programa entero a este disco y la propia Rosalia se lo agradeció publicamente y ella mismo hizo este otro video complementando al de Jaime.
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