Coleccionando vinilos - 172 - LA CASA AZUL "La Gran Esfera" (2019)

 

Ya me conocéis y sabéis que me pienso mucho el orden de las cosas. El orden en las cassettes y cds que he regalado me ha generado más quebraderos de cabeza que las 20 canciones a incluir.

Y con las entradas del blog, pasa algo parecido y tenía muy claro cuales querían que fuesen los primeros discos comentados y los últimos.

De ahi que no es casualidad que LA GRAN ESFERA esté en este tercer lugar. Adoro a La Casa Azul y adoro a Guille Milkiway. Su cultura musical es desbordante, sus letras te desarman. Ha jugado con fuego y ha salido ganador.

Empezó en la sombra aparentando que quien cantaba esas canciones primerizas eran un grupo de pijillos jovenzuelos e incluso hizo una canción para la MTV creo o algo así.

Luego se lanzó a intentar colar su hit "La revolución Sexual" para Eurovisión y si no llega a ser por el Chikilicuatre hubiera ganado.

Y por fin le llegó la explosión sonora de calidad (Ya la Revolución sexual era un gran disco) con La Polinesia Meridional y su nuevo show en los directos (esas pantallas detrás que interactuan son un miembro más de la banda).

Y llega el disco de la madurez, un disco que se ha cocinado a fuego lento, a lo largo de 3-4 años. La Gran Esfera ha salido ganador del 2019, y no han parado de tocar y tocar en directo, duplicando fechas en Madrid que siempre agota y recuerdo ese concierto en el DCode Fest a las 2 de la tarde, todo el mundo criticando porque su puesta en escena pide noche y luces, y Guille Milkiway no se vino abajo y se sacó de la manga una locura de hit tras hit a mediodía en una hora loca de baile y diversión.

Del disco ya leerán abajo mucha información, pero resumiendo, posiblemente contenga las letras más tristes que haya escrito nunca, y la calidad de sonido si subes el volumen es demoledora. Será dificil que en sus próximas giras no se queden anclados en su set list 5-6 canciones de este álbum, y eso es todo un éxito pues con el paso de tiempo suelen quedarse 2-3 canciones de cada disco.

El futuro es incierto y algo pesimista para mis gustos musicales. Guille Milkiway ha declarado en más de una ocasión que ahora la música se escucha de otra manera y que no tiene sentido sacar un disco nuevo y que lo probable es que vaya publicando canciones según las vaya sacando. Desconfío un poco de esa declaración ya que creo que le gusta hacer colecciones de canciones, con inicio, nudo y desenlace y que todo en conjunto tenga un sentido. Así creó La Gran Esfera. Así que espero que aunque publique las canciones sueltas luego las reúna en un disco para el disfrute de los que nos gusta escuchar la música así.

Os dejo con su tracklist, con la nota promocional de Elefant Records, la crítica de Jenesaispop y el artículo de El Mundo al nombrarle mejor disco de 2019.

Una de mis 5 bandas favoritas de siempre. 


Sello:
Elefant Records ‎– ER-1240
Formato:
CD, Album
País:
Publicado:
Género:
Estilo:

Lista de Títulos

1Podría Ser Peor
2El Final Del Amor Eterno
3A T A R A X I A
4El Colapso Gravitacional
5El Momento
6Nunca Nadie Pudo Volar
7Ivy Mike
8Hasta Perder El Control
9Saturno (Todo Vuela)
10Gran Esfera

Compañías, etc.

Créditos



Desde Elefant, su sello, siempre ponen mucho cariño en la carta de presentación de los discos y esta de La Gran Esfera les quedó así de bien:

Hemos estado esperando impacientemente la llegada de las nuevas canciones de LA CASA AZUL. Y es que estaba claro que no iba a ser un disco fácil. Después de haber alcanzado al gran público, de haberse paseado por el mainstream con su propuesta independiente, alejada de lo que el gran público estaba acostumbrado, de escucharse tanto en pequeños festivales independientes como en la vuelta de OT, de haber remezclado “Vivir Así Es Morir De Amor” de Camilo Sesto o haber reconstruido y reinventado todo un álbum de Nino Bravo de una forma magistral. De componer y producir los últimos grandes éxitos de FANGORIA, de componer canciones para series de TV y películas, de ser jurado del talent show “Oh Happy Day” de TV3 o profesor en la academia de “Operación Triunfo”, de seguir con sus colaboraciones radiofónicas, de escribir en muchos medios, de componer y producir cinco canciones para la serie de animación infantil “PINY: Instituto de Nueva York” (en las que canta Ali Howard de LUCKY SOUL), de ganar un Goya con una rumba, de pinchar por los clubs más importantes de todo el país o hacer la última versión de “Sálvame” (popularizada en España por Bibi Andersen en 1980) para la cabecera del popular programa de Tele 5. Han sido tantas cosas, tan diferentes y sobre todo creadas siempre desde el espíritu más independiente y del amor mas profundo a la música, que a Guille Milkyway se le puede definir como único e irrepetible y “La Gran Esfera” debería ser el disco que supusiese la confirmación, la eclosión definitiva, la eternidad.

 

Y es que, este disco hay que analizarlo desde dos enfoques muy diferentes. Por un lado, el de un artista cuyo discurso sigue rindiéndose a la evidencia del tiempo, que mantiene sus ensoñaciones espaciales, pero que se ve apisonado en las letras por la decepción, la realidad y el fracaso del ser humano, el pesimismo que escondía el escapismo que mostraba “La Polinesia Meridional”. Pero también desde la perspectiva de un autor que es un melómano implacable, una máquina infalible de triturar influencias, y que en este disco nuevo da un salto inaudito, transgrediendo una barrera que pocos se han atrevido a tocar: la que separa la música comercial de la música independiente, la que ha establecido tantos prejuicios que muchos artistas se han visto obligados a bordearla sin capacidad de volver a mirar atrás. En “La Gran Esfera”, Guille Milkyway tira abajo el muro, juega con miles de referencias, actuales y pretéritas, superventas y undergrounds, revientapistas y rompecorazones. Puedes escuchar sonidos que nos recuerdan a LAS AVES, Etienne DahoDonna Summer, BOY PABLO, THE BEACH BOYS, VIDEO AGE, ROOSEVELT, ROBOTAKI, BLOSSOMS, THE GO! TEAM o la ELO. Y todo ello sin perder un ápice de identidad.

 

Ya conocíamos esa declaración de intenciones que es “Podría Ser Peor”, la angustia de “A T A R A X I A”, con el afán de Guille por dotar a las nuevas sonoridades "urbanas" de melodía, de pop, de amor, de sensualidad... La elegancia altamente bailable de “El Momento” (canción incluida en el primer capítulo de “Elite”, la exitosa serie de Netflix) o el trance de “Nunca Nadie Pudo Volar”. Cuatro avances que se convirtieron en éxitos inmediatos y en clásicos del repertorio de LA CASA AZUL nada más ver la luz, y cuatro canciones que además, multiplicaron por mil las ganas acumuladas por la llegada de “La Gran Esfera”.

 

“El Final Del Amor Eterno” es emoción y resignación, ese contraste entre letras tristes y músicas eufóricas que tan locos nos vuelve, y en cuyo arte este disco es un auténtico máster. “El Colapso Gravitacional” es una canción muy ELO del siglo XXI, que conecta la ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA de los 80, de “Twilight” o “Secret Messages”, con el sonido y la producción actual y la electrónica pop francesa de la última década. “Ivy Mike” es un hit R’n’B, es “trap erótico”, es una mezcla sorprendente de A$ap RockyBarry WhiteFrank Ocean y SUPERFURRY ANIMALS y es probablemente la culpable del deshielo en el Ártico.

 

“Hasta Perder El Control” es la demostración de que Guille recuerda perfectamente de donde viene: soul, pop espídico, bubblegum... LA CASA AZUL en pleno siglo XXI, recorriendo todas sus referencias musicales pero dotándolas de toques de contemporaneidad en el sonido, como los breaks que mezclan los sonidos urbanos y el trap con un subidón hacia un estribillo totalmente clásico. Sin olvidar por supuesto esos vientos heredados de THE STYLE COUNCIL. ¿A alguien se le ocurre alguna etiqueta para clasificar todo esto? “Saturno (Todo Vuela)” suena a Beck, a HELEN LOVE, a SUNDARA KARMA, a CIRCA WAVES, a THE VACCINES, a eurodisco trotón, a RAMONES, a fiesta intergaláctica.

 

“Gran Esfera” cierra el disco por todo lo alto, la conexión musical con “La Niña Mas Hermosa”, la canción que despedía “La Polinesia Meridional”, los finales clásicos de LA CASA AZUL que parten de las producciones de Phil Spector, de la dulzura de THE RONETTES, de la grandiosidad melódica de THE BEACH BOYS y todo ello aderezado con MAC DEMARCO o HER'S, con el tono épico de FOXYGEN o el dreampop de BEACH HOUSE.

 

Porque… ¿Qué es “La Gran Esfera”? ¿Es la conciencia de una existencia dolorosa? ¿La celebración agridulce de un planeta lleno de vida y dolor? ¿Una visión planetaria de la condición humana? Costaría muchas líneas profundizar en todas las lecturas, analizar todas las direcciones en las que apunta un disco poliédrico, complejo, pero al mismo tiempo altamente bailable, sin ninguna concesión a los medios tiempos, adictivo y pegadizo, como buena marca de la casa. Ahí reside su grandeza. Ahí reside su dificultad. Ahí es donde podemos empezar a descifrar el desafío, la increíble propuesta que ha puesto encima de la mesa Guille Milkyway. ¿Estáis preparados para mirar dentro de “La Gran Esfera”? 




Desde JENESAISPOP.COM siempre aportan buenas impresiones sobre los discos que comentan.
Aquí su crítica sobre La Gran Esfera.

Que Guille Milkyway llame a su primer disco como La Casa Azul en casi 8 años un “disco de transición” no plantea el mejor escenario posible para el que ha de ser su gran regreso a la actualidad musical tras haber triunfado con sus singles para Fangoria y haber sido profesor de Operación Triunfo 2017. Demasiado tiempo ha pasado para que Milkyway reaparezca con una obra dispersa o mal enfocada. Él explica en las entrevistas que se refiere a que es un disco hecho a retazos de lo que han sido varias versiones de ‘La Gran Esfera’, y que pasado tanto tiempo -la primera versión del álbum data de 2013- ya no se identifica con gran parte del material contenido en él, por lo que lo considera el final de una etapa y el principio de otra. En este sentido – y solo en este sentido- puede entenderse ‘La Gran Esfera’ como un disco de “transición”, porque musicalmente estamos ante una obra definitiva y redondeada como lo han sido sus trabajos previos, aunque ahora parece que “definitiva” también en el sentido literal del término, al menos de momento.

Las nuevas canciones de Milkyway hablan del “fin del amor”, lo que en el universo de La Casa Azul equivale al fin del mundo. Así, la euforia y subidón de serotonina que siempre ha caracterizado al proyecto se contamina con unas letras llenas de angustia por el final de ese amor idealizado, propio del “Shangri-La”, que ahora da paso a la “rutina”, a “semanas y semanas de letargo feroz” y al descubrimiento de cierta “ineptitud” ante los problemas o de una tendencia a huir de ellos a través de la música o el trabajo. El caos vital descrito en ‘La Gran Esfera’ llega a una conclusión feliz por suerte, cuando en el tema titular Milkyway describe que por fin ha visto “la luz del alba”, dejando en esta por otro lado conmovedora canción cierto poso de tranquilidad que hace sonar menos irónica una de las primerísimas frases que escuchamos en el disco, cerrando así círculo: “qué bonita es la felicidad”.

La frase pertenece a ‘Podría ser peor’, el primer single del álbum que conocimos en 2016 (sí, en serio). El suficiente tiempo ha pasado para dejar a un lado su posible continuismo respecto a ‘La Polinesia Meridional’ y considerarlo, sin ninguna duda, uno de los singles más certeros y emocionantes publicados jamás por La Casa Azul, la prueba de que un estribillo aparentemente lineal puede ser también un chute de emoción como pocos. La canción es además reflejo de ese sonido “más reposado” y amable del que nos ha hablado Milkyway en nuestra entrevista con él publicada este jueves, sobre todo en comparación con canciones como ‘Los chicos hoy saltarán a la pista’. Si antes La Casa Azul sonaba ultra revolucionado, ahora lo hace sin el ultra. ‘Saturno (Todo Vuela)’, con su ritmo acelerado disco-punk, si bien aún revestido con el artificio J-pop habitual, puede ser la que más recuerda a La Casa Azul de antaño, resultando otro pequeño caramelo pop en su discografía.

Si ‘La Gran Esfera’ reduce carga sonora respecto a álbumes anteriores, no así sucede con la emotividad de las melodías de Guille Milkyway, en modo “on” absoluto incluso cuando el músico vira hacia el trap como en ‘A T A R A X I A’, una canción que ha producido reacciones radicales en nuestro site, pero que en mi opinión ha resultado ser todo un “grower” gracias también a su videoclip; o sobre todo cuando Guille busca en él un nuevo pelotazo pop como los que encuentra en ‘El final del amor eterno’, que suena tan libre e ideal como ese estribillo sobre dos amantes “rodando por las laderas”; y en el subidón de adrenalina de ‘El colapso gravitacional’. Quizá el marco sonoro más liberado que propone Guille en ‘La Gran Esfera’ dé pie a que otros estilos convivan en el álbum de manera natural, como sucede con el synth-pop de ‘El momento’ -probablemente la canción más desnuda del disco a nivel personal- o en ‘Ivy Mike’, el segundo buceo claro del disco en un sonido próximo al top 40, menos decidido en cualquier caso.

Canciones como la festiva ‘Hasta perder el control’ o la contundente ‘Nunca nadie pudo volar’ (¿ya toca reivindicar el dance-pop de 2011?) no terminan de conformar una segunda mitad de ‘La Gran Esfera’ tan buena como la primera, pues están tan lejos de la espectacularidad de ‘Podría ser peor’ como de la de los varios singles que Milkyway ha hecho con Fangoria, incluyendo ‘¿De qué me culpas?‘. En cualquier caso, el músico ha tomado una buena decisión acotando su disco a 10 pistas, pues no parecen necesarias muchas más para sumergirnos en su concepto lleno tanto de luz y oscuridad como de mil y una referencias científicas, lo cual no es nuevo, pero sí parece llevado a otro nivel con sus menciones al “EVO láser” y el “micro-TIG”, a la “ataraxia” o el mérito que supone encajar en una canción tan europop como ‘Nunca nadie pudo volar’ un concepto como el de “cámara anecoide esferoidal”. El álbum suena bien acabado pese a surgir de varios proyectos distintos y cierra esa trilogía de álbumes de la que ha hablado Milkyway en las entrevistas con firmeza. No es redondo como esa “esfera” representada en la portada del disco, pero se le acerca mucho.

Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Podría ser peor’, ‘El final del amor eterno’, ‘El colapso gravitacional’, ‘A T A R A X I A’, ‘El momento’



ATARAXIA:


La sección "La Esfera de papel" de elmundo.es fue una de las muchas que lo nombraron disco del año 2019, y así lo anunciaron:

El mejor disco español de 2019: 'La gran esfera', de La Casa Azul

Actualizado 

'La gran esfera' es el disco que deja más poso en la carrera de Guille Milkyway, el que mejor explica sus conflictos vitales

Desde mediados del siglo XX, cada gran momento histórico ha tenido su disco. Y resulta curioso ver cómo los que mejor han contado lo que pasaba no eran los más explícitos ni evidentes. En el subtexto, en la elección de las melodías, en el ritmo dominante... ahí se encierra la descripción de un tiempo y sus circunstancias. Por eso, en el futuro, acabaremos volviendo a La gran esfera de La Casa Azul para saber qué sucedió en Cataluña en la segunda mitad de esta década. Porque aunque no haya referencias directas al procés ni al 1-O, la sensibilidad de Guille Milkyway (Barcelona, 1975) es capaz de decirnos muchas cosas sin querer pronunciarlas.

Sí, Guille es catalán y, sí, es de esos que algunos llaman equidistantes torciendo el morro. Pero eso es lo de menos. Lo de más es que en los ocho años que han transcurrido desde La polinesia meridional (2011) y este disco del que ahora hablamos como una de las señas de identidad de 2019, su forma de ver la música ha entrado en colapso respecto a la realidad circundante. El pop mayúsculo y apabullante de sus anteriores trabajos sigue ahí, quizá menos de boite sesentera y más de discoteca de los 2000 (Podría ser peor), pero la forma de hacernos bailar cambia.

Sí, a Guille le gusta lo de Dancing with tears in my eyes de Ultravox, pero quiere que también pensemos por qué estamos llorando, él y nosotros. No será por el desengaño (El final del amor eterno), pues en este mundo la ingenuidad se ha convertido en un bien demasiado precioso como para estar al alcance de todas las personas. No será por la falta de estímulos o sueños que alcanzar (Nunca nadie pudo volar), ni tampoco de la posibilidad de gritar al mundo lo que nos pasa.

Y sí, a Guille le preocupa la forma en que nos comunicamos. Tanto en el aspecto de las masas como en la cotidianeidad de una crisis matrimonial. De ahí el título de esta obra maestra que combina la falta de contención con la humildad de quien está permanentemente revisándose y pensando si lo que ha hecho es un desastre que le podrá gustar alguna vez a alguien.

Eso puede ser aplicable a Cataluña, a los debates sobre el papel del ciudadano en la sociedad o a cualquier otro de los conflictos de este comienzo de siglo en el que la información acumulada y al alcance de la mano parece más un obstáculo para nuestro desarrollo que una ayuda.

«La esfera», explicaba el propio Guille en este diario, «tiene que ver con esta idea de una representación del refugio, del lugar donde te aislas». Desde que era pequeño, su relación con el mundo no ha sido fácil: «Me ha parecido un lugar complicado, lo considero agresivo. He tendido al refugio toda mi vida y a buscarlo dentro de la esfera. Pero claro, eso a la vez, conlleva una soledad existencial total. Y el aislamiento también es agresivo a la larga».

Sin tener claro aún «dónde está el equilibrio entre el refugio y sentirte solo», el autor de La revolución sexual (2007) se encuentra hoy «en ese punto intermedio, de estar en una esfera que tiene una puerta», aunque sea consciente de que, «por desgracia, las esferas son herméticas». Para él, «sería genial esta idea de que entras un ratito en la esfera y luego vuelves a salir. Pero cuando nos recluimos, nos cuesta volver a salir y cuando estamos fuera nos cuesta volver a entrar».

¿Por qué luchamos?, se preguntaba Frank Capra en el título de una serie de documentales propagandísticos realizados durante la Segunda Guerra Mundial. La respuesta a la pregunta remitía invariablemente al otro, al enemigo. Pero en este disco Guille nos hace la misma pregunta -por supuesto, sin pronunciarla- y deteniéndose en ella como para que comprendamos un sentido más amplio: ¿por qué vale la pena luchar? Es ahí donde aparece El momento, uno de esos hiroshimas emocionales en los que la crisis de pareja de un matrimonio con hijos (el de Guille, el de cualquiera de nosotros) es una excusa, no para hacer exhibicionismo sentimental, sino para ponernos a prueba de hasta dónde somos capaces de aguantar o pelear por aquello que queremos. «Desde siempre, pero sobre todo en este disco, he intentado ser costumbrista, utilizar el día a día. Quiero una canción que esté cerca de cuando voy cada día por la mañana con mi amigo del bar a tomar café y le cuento qué tal. No quiero que haya mucha distancia entre mi canción y esa conversación», sostiene Guille. «Como los Housemartins y grupos así. Porque evitas esa cosa pornográfica de estar hablando simplemente de una intimidad a la ligera. Eso a nadie le interesa». Lo que sí interesa, según ha comprobado, es otra cosa: que lo que la gente busca en mis canciones es su propia vida.

Es decir, el eterno equilibrio entre el escapismo y enfrentarse a la realidad gira en torno a esta esfera que no es el disco más redondo de La Casa Azul (eso ya sería demasiado rizar el rizo, sin dejar de dar vueltas a las metáforas circulares), pero sí el que más poso deja. El buen resultado comercial (para lo que vienen siendo los estándares de un proyecto que ha recorrido la travesía del desierto del indie español) confirma eso que Guille necesitaba desde hace tanto tiempo: un reconocimiento que probase que sí, que las masas ni están tan deshumanizadas ni son tan masas. Que somos gente, encerrada quizá en nuestra propia esfera, pero girando los unos alrededor de los otros.


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