ACTUALIDAD SEMANAL (SWANS, 2 OCTUBRE, SALA SHOKO, MADRID) Que alguien me diga lo que tengo en el pecho.
EL JUEVES 2 DE OCTUBRE ASISTÍ A UNO DE ESOS CONCIERTOS QUE NO SE OLVIDAN, QUE TE CAMBIAN, QUE TE ARRASTRAN A UN ESTADO DE SEMI INCONSCIENCIA DONDE TODO EN TU VIDA PASA A UN SEGUNDO PLANO.
FUERON CASI 3 HORAS DE DIFÍCIL EXPLICACIÓN, NO ENCONTRABA PALABRAS SUFICIENTES PARA EXPLICAROS AQUI LO QUE VIVÍ ESA NOCHE.
SE REPETIAN PALABRAS COMO "UNICOS", "RUIDO", "BUCLES", "TRANCE"..... PERO VEÍA QUE ME REPETÍA MUCHO.
ASI QUE DECIDÍ DESDE EL MISMO VIERNES A BUSCAR ALGUNA CRÓNICA DE ESA NOCHE EXPLICADA POR OTRA PERSONA MUCHO MAS EXPRESIVA QUE YO.
ENCONTRÉ LA CRÓNICA EN MUZIKALIA DEL CONCIERTO DE BARCELONA, QUE OS RECOMIENDO LEÁIS, PERO DE REPENTE......
EN LA GRAN WEB INDIESPOT.ES ME ENCUENTRO CON ESTA MARAVILLA ESCRITA POR DANIEL BOLUDA, QUE DESDE AQUI LE DOY LA ENHORABUENA.
LLEVO TODO EL FIN DE SEMANA OYENDO A SWANS A VOLUMEN BAJO, RECORDANDO ESA NOCHE Y DISFRUTANDO DE LOS MATICES DE SUS CANCIONES EN DISCO, YA QUE SON DOS EXPERIENCIAS (DISCO Y DIRECTO) TOTALMENTE DISTINTAS PERO PLACENTERAS.
SIN MÁS OS DEJO CON ESTA CRONICA "OBRA MAESTRA". ES IMPOSIBLE EXPLICARLO MEJOR.
IMAGINEN, IMAGINEN....
SSwans @ Shoko (02/10/2014)
Texto por Daniel Boluda
04/10/2014
Como una somanta de hostias.
Este verano, como a mediados del mes de
julio, de pronto un oso gordo invadió mi muro de Facebook. “El oso más
triste del mundo”, decían los titulares. Era Arturo, huésped de un zoo
mugriento en Mendoza, Argentina. Un animal demacrado y taciturno, encerrado en
un molde de cemento y agua sucia. Viudo, roto y miserable. “Está
volviéndose loco”, decían los artículos, y los más técnicos apelaban a un
término para mí desconocido hasta entonces, la zoocosis. Simplificando, una
patología que incluye prácticas de automutilación y que se manifiesta en la
repetición incesante de patrones de movimiento. El
animal da dos pasos hacia delante, menea la cabeza hacia los
lados, resopla, dos pasos hacia atrás, menea la cabeza, resopla, dos pasos
hacia delante, menea la cabeza, resopla… La imagen del triste Arturo zoocótico,
balanceándose metódico, encerrado y oprimido, me asalta cada vez que pongo To
Be Kind y arranca esa ‘Screen
Shot’ como un mantra.
“No dream, no
sleep, no su-ffering, no dream, no sleep, no su-ffering, no dream, no sleep, no
su-ffering, no dream, no sleep, no su-ffering, no dream, no sleep, no
su-ffering, no pain, no now, no time, no here, no pain, no now, no time, no
here, no pain, no now, no time, no here, no pain, no now, no time, no here, no
knife, no mind, no hand, no fear, no knife, no mind, no hand, no fear, no
knife, no mind, no hand, no fear, no knife, no mind, no hand, no fear”. Arturo se para de pronto y baila opaco. “Love!
Now! Breathe!, Now!,
Love! Now! Breathe!, Now!, Love! Now! Breathe!, Now!, Love! Now! Breathe!,
Now!”. Y descarga.
“Here! Now!, Here! Now!, Here! Now!, Here! Now!, Here! Now,! Here! Now!,
Here!!! Now!!!”. Pum. Los silencios en un
disco de Swans funcionan
como pausas. En concierto son directamente alivios.
Es el final del waterboarding,
el éxtasis de que te vuelvan a su sitio los tímpanos, una pequeña descompresión
en la caja torácica, la carne dejando de vibrar. El disco uno puede pararlo
cuando quiera, pero, a no ser que uno decida abandonar por completo, en directo
no hay escapatoria. Son dos horas y media con no más de cinco pausas en las que
uno ha de aguantar lo que le echen. Y por las pintas de la banda ya se adivina
que no serán nanas. El quinteto que acompaña a Gira luce como una troupe de
expresidiarios. El guitarrista chupado y tatuado hasta los dedos; el cromañón
percusionista descamisado, el cirujano del slide repeinado y gélido, como
sacado de una escena de Reservoir Dogs… Ante todos ellos Michael Gira,
vaqueros negros, camisa negra, melenita alopécica, 60 añazos y los que falten.
Tras el show, en el batallón de cronistas se rescata la misma cita.
“El objetivo es alcanzar una experiencia extrema, algo
que aporte júbilo a quien la viva. Esa debe ser la razón de cualquier músico de
verdad: crear una experiencia abrumadora a través del sonido”. (Michael Gira, 2012).
El ritual es de un primitivismo severo.
La banda construye en bucles y avanza a empujones. Todas las canciones
laten de alguna forma. ‘A Little God In My
Hands’ de pronto explota al minuto y
medio en una bola de estridencia. Al desvanecerse, se abre otro ciclo. Gira
mira a sus músicos, como convenciéndoles de algo con los ojos. Los ladrillos se
apilan con los segundos en un edificio a prueba de bombas, un búnker. Las
canciones no tienen nunca pinta de ir a acabar. En directo ocho minutos pueden
convertirse en 14 y uno directamente se pierde, se olvida. Gira se balancea
zoocótico por el escenario, ensimismado cuando no canta, pero de pronto abre los
ojos y con medio gesto ordena otro bombazo. El batería se levanta y hace
atronar un silbato, como si el aire que expulsa estuviese a mil grados. Rojo,
sudado, al borde del desmayo. Las ejecuciones no son cara a la galería, son con
todo.
La media hora de ‘Apostate‘
es un trance, un paseo por el infierno. De las guitarras retorcidas del
principio a la somanta de hostias del final: dos baterías desordenados
destrozando cajas y timbales. Como una lapidación sin muerte, como un granizo
apocalíptico sobre una chabola de chapa, como 2.000 antidisturbios tirándote
abajo la puerta de casa. Violencia pura. Pero no todo es ruido.
En ‘Just
a Little Boy’ el control de la intensidad es un arte.
Uno cierra los ojos y se deja mecer por la voz ajada de Gira, reposa sobre la
mullida línea de bajo, se deja acariciar por las largas manos de las guitarras.
Todo como en éter. Pero la puta infección acaba llegando. La voz ajada pasa al
desquicie. “I’m just a little boy!!”, grita dando miedo. “I NEED
LOOOOOOVE!!!!!!!!, I NEED LOOOOOOVE!!!!!!!”, berrea después. Las explosiones
al final del tema, que en el disco acongojan, en directo te barren. El volumen
llega incluso a doler. A mitad del concierto las primeras filas están
cómodamente habitables. El embudo se forma a media sala, zona de confort
acústico.
Tras dos horas largas y una última
descarga brutal ni hay bises, ni hacen falta. El sexteto hace formación en
primera línea de escenario y de pronto los expresidiarios se desafilan. Michael
Gira saluda incluso amanerado, la sonrisa del cromañón transmite hasta
buen rollo. La ovación es larga y agradecida. “AMOOOOOR, ES PAÑAAAAAA!!”, grita
cómico el jefe, jugando con la letra de la inabarcable ‘Bring The Sun / Tussaint L’Ouverture’. El viaje al extremo ha terminado y tras la última
nota hasta los jinetes del Apocalipsis son humanos.
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