GUADALUPE PLATA (21-2-2013) El Sol (Madrid) Crónica de un pacto con el diablo.


Seré breve, como las canciones de los de Úbeda, pero intensas.
Blues inspirado en el Robert Johnson que pactó con el diablo.
Blues rock pantanoso. Elogiados gracias a sus directos, aproveché para verles en su cita doble en Madrid (llenaron el 21 y 22 de febrero la sala el Sol, ahí es nada).
La cosa empezó con un retraso considerable, ya que abrieron las puertas pasadas las 10 de la noche, hora anunciada para el inicio del concierto. Pero no parecía importarle a nadie. A eso de las 10:30 de la noche, la primera sorpresa, la velada iba a contar con teloneros, cuando no estaba anunciado.
El personaje en cuestión era un valenciano de Mislata que se hacía llamar TUMBA SWING, y era un hombre orquesta en toda regla, un rockabilly con alma de punk tatuado hasta la médula, que él solito con dos guitarras y un par de bombos de bateria, se marcó 30 minutos de intenso blues acelerado con letras divertidas e interludios humorísticos.
Incluso soltó "yo voy a hablar bastante, que luego los Guadalupe no hablan nada, salen en silencio ahi con un aura de misterio..."
Musicalmente, se desenvolvió con creces, con ritmos que invitaban al movimiento. La pena, que fuerce tanto la voz casi como si de un cantante hardcore se tratase. Mejorando eso, este tio promete.

A las 11:00, se presentaron los Guadalupe sin mediar palabra.
Venían a presentar su segundo disco (sin contar su primer ep y otro de versiones).
Tres personajes de distintas generaciones que por sus vestimentas e imagen, no asociarias en una rueda de reconocimiento.
Ni un saludo inicial, ni una despedida, ni una frase intercalada, nada de nada. Solo música.
Reconozco que iba con una idea errónea al concierto. Engañado por sus cómicas fotos promocionales, la temática de alguna de sus letras y por su origen andaluz, me espera a un grupo que interactuaba con el público con anecdotas graciosas, etc, etc...
Pero no, ahi solo había 3 músicos como la copa de un pino.
Música tocada con profesionalidad, buscando más la atención del público que el desparrame, aunque hubo momentos para todo.
1h30min donde la guitarra de Perico de Dios no paró de sonar ni un segundo, acompañada por el peculiar acompañamiento: 
el bajista Paco Luis Martos (artesano de estilo mudejar que vende sus obras en EEUU a miles de euros, siendo Cher una de sus clientes)
y Carlos Jimena a la batería, que tras una mullida barba tocaba con un estilo particular y gesticulaba cada movimiento que ejecutaba.

Un verdadero placer sonoro poder verles en primerísima fila mientras un sudoroso fotógrafo no paraba de moverse de un lado a otro fotografiando a los Guadalupe. Pero que sería del rock sin sudor.
El calor reinante no pareció importar a nadie, ni indies, ni bluesmen, ni rockabillys, ni rockeros, ni poperos, ni curiosos. Allí todos tenían una sonrisa de oreja a oreja.


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