micanciondemisemana - THE MAGNETIC FIELDS "69 love songs" (1999)


Que levante la mano a quien le gusten los discos conceptuales.
Yo ya la tengo levantada, y es que un disco conceptual bien hecho puede dejar por los suelos cualquier gran disco de "canciones".
Discos conceptuales los hay de muchos tipos, pero quizás ninguno como el que aqui mencionó hoy.

"69 LOVE SONGS" The Magnetic Fields (1999), parece un disco hecho con escuadra y cartabón.
Triple disco con 69 canciones, cada disco contiene 23 canciones, ninguna supera los 3 minutos y la primera canción empieza por la A y la última canción por la Z.

Stephen Merrit, su lider, es un estudioso de los sentimientos y de convertirlos en canciones. De primeras, parecen canciones inofensivas, casi sin un estribillo pegadizo, pero poco a poco se te agarran y ya las tienes ahi instaladas en tu cabeza.

Tambien recomiendo para los primerizos, no adentrarse en este album de una tacada. 69 canciones del tirón son demasiadas, pero si que es un disco para escuchas breves, en espacios temporales cortos. Quizás pueda ser ideal para dejar el cd metido en el reproductor del coche y tenerlo puesto para viajes cortos, 17 minutos aqui, 8 minutos allá...

Es de esos discos tambien que necesitan de tu colaboración, un estado de ánimo demasiado alegre no es recomendable para disfrutar de su escucha, conviene escucharlo cuando estés algo tristón, melancólico, pensativo...
Tampoco se confundan, no son 69 canciones de amor, sin o que son 69 canciones sobre lo que genera la sensación que querer amar o querer ser amado, en sus multiples tiempos verbales. (con esto quiero decir que tambien hay hueco para muchas canciones que hablan de cuando el amor se ha acabó y el dolor que produce)

En definitiva, descomunal obra maestra del pop de los últimos 25 años, que la revista Rockdelux analízó de la siguiente manera con la firma del gran periodista  SANTI CARRILLO



Volvemos de nuevo a uno de los discos más importantes de los últimos lustros y uno de los preferidos por los lectores de Rockdelux. La majestuosa y ambiciosa obra triple de los Magnetic Fields de Stephin Merritt fue escogida mejor álbum internacional del año 2000 por los periodistas de la revista. El disco se había editado en septiembre de 1999, pero no se distribuyó oficialmente en Europa hasta el siguiente año. Santi Carrillo escribió una de las críticas más largas en la historia de Rockdelux a propósito de este memorable “69 Love Songs”, disco que siempre perdurará en el recuerdo de quienes hayan experimentado el influjo de sus canciones alguna vez. Fue seleccionado entre los 200 mejores discos del siglo XX por Rockdelux (ocupó el puesto 180). Debajo, se puede escuchar una muestra de su magnético encanto.


Haciendo nuevamente del sonido barato (con un arsenal de instrumentos) una de las más altas cotas de riqueza emocional oída en estos últimos años, un Stephin Merritt en plena forma vuelve a aliarse con la melancolía pasada y con la que está por venir para arrojarnos a la cara su cumbre personal al respecto de cómo enfrentarse al amor durante el amor y al amor después del amor.


Si discos como “Get Lost” (1995) –probablemente, el “Un soplo en el corazón” (Family) norteamericano– justificaban en su día por qué “seguíamos escuchando discos, y hasta enamorándonos de algunos de ellos” (Jesús Llorente), aquí llega el monumental “69 Love Songs” –la última gran obra de 1999; disponible en Europa a través de la importación– para rizar todavía más el rizo de lo gratificante: un triple CD repleto de esa marca de fábrica tan reconocible que ha hecho de Merritt (poeta, homosexual, bajito y feo) un icono de los sentimientos más frágiles.

A pesar de la imprecisión dubitativa que caracterizan sus acabados –debe oírse como candor neutro que transforma la imperfección en radiante humanidad–, Merritt conoce el terreno que transita: sacando petróleo de los pozos afectivos de siempre, las canciones de The Magnetic Fields –¿modestas?, ¿humildes?– son brisa fresca que te columpia en un romanticismo melódico, fácil y precioso, a través de estribillos de baja fidelidad que se instauran en la memoria para siempre. (Aquí, un recuerdo para “All The Umbrellas In London” y sus frases demoledoras en el celebrado “Get Lost”: “Todos los paraguas de Londres no podrían parar esta lluvia / Y toda la droga de Nueva York no podría matar este dolor / Y todo el dinero de Tokio no podría hacer que me quedara”).

Una disparatada idea inicial sobre una revista musical con cien“modern love songs”, las finalmente tres horas de duración de “69 Love Songs” se archivaron en una caja con tres CDs (más de cincuenta temas quedaron fuera de esta magna obra). Incluye asimismo un recomendabilísimo libreto con una larga y brillante entrevista de Daniel Handler con Merritt comentando todas las canciones, a la manera de lo que ya hicieran Pet Shop Boys, con la ayuda de Jon Savage, en el “Alternative”. Aunque, atención, también se venden los tres CDs por separado.


Stephin Merritt debería empezar a mirar de tú a tú a los grandes nombres del pop alternativo actual. Sin complejos, con orgullo.

Depurando la simpleza de lo simple, a veces en infinitas versiones de canciones antiguas a la caza del enfoque ¿definitivo?, parapetado tras un conocimiento exhaustivo de cualquier tipo de música, con una memoria prodigiosa para delimitar canciones, estilos e intérpretes de todas las épocas, y a la usanza de su adorada Laurie Anderson para crear melodías rompecorazones sujetas a textos que se mofan sin piedad de esas melodías, Merritt desborda tablas y oficio al darle la vuelta, desde una aparente distancia, a sensaciones profundas con un dominio asombroso de las palabras. A veces, parece elegir la opción “me río por no llorar” y obliga a que admiremos incondicionalmente su fino ingenio para diseccionar con microscopio las cuestiones que dan sentido a la existencia. Otras veces, clava el alfiler hasta el fondo sin segundas lecturas ni paños calientes que alivien la herida. Tiene el pulso firme para escoger el tempo, el daño o la sonrisa, la magnitud de la tragedia o la comedia de un detalle imprevisto para mostrarse como un pequeño gran hombre de brillantes recursos proyectándose hacia una más que merecida leyenda futura.

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas indescifrables para alguien ajeno a Merritt, el material de que consta “69 Love Songs” se compone de todo esto y bastante más: hilarantes bromas al respecto de los clichés del country y la tristeza; influencias de Lovecraft en las letras; depurados excesos a lo crooner en cantantes invitados (Dudley Klute y LD Beghtol); eslóganes para la posteridad: “Let’s Pretend We’re Bunny Rabbits”; amargos tratados de fuego de campo; punk love conceptual; la primera aparición del Pantone 292 en una canción: “Hay tantos colores en el mundo; es importante especificar”; rimas estúpidas: “Reno Dakota I’m not Nino Rota”; rimas no estúpidas: “And I’m so happy I could cry / Oh baby you know how to say goodbye”; rimas que desarman: “Well I’m sorry that I love you / It’s a phase I’m going through / There is nothing that I can do / And I’m sorry that I love you”; aplicaciones de la ley de lo políticamente correcto sobre algún desliz de Irving Berlin; muestras de una posible antítesis del jazz; baladas indecisas con tendencia a lo clásico; palabras inventadas: “boyfriendable”; las voces de sus amigas Shirley Simms (“la mejor cantante viva”, según Merritt) y Claudia Gonson; epigramas poéticos; gospel mainstream; astronomía improbable (“Astronomy will have to be revised”) y astrología razonable (“You need me like the moon needs poetry”); rendiciones a la fórmula New Order (bailable por fuera, triste por dentro); un “Some of us can only live / In songs of love and trouble” sobre piano de principiante; una creíble pseudo “Graceland” sin presupuesto; un tardío homenaje cheerlader a Washington D.C. vía amor teenager; experimentos de vanguardia casera a lo escuela repetitiva; menciones a Gershwin, Sondheim o Porter; un guiño a Johann Sebastian Bach que al parecer no lo es; armonios agujereando la fórmula del blues; píldoras tecno de caja-de-música; reggae para anuncios de cerveza sin; tonada escocesa; simulacros de ambient; juegos repetitivos; melodramáticas postales de fin de romance a dos voces (y con diversión muda de fondo); sentencias vaporosas: “Love is like a bottle of gin / But a bottle of gin is not like love”; bobaliconas odas folk a una guitarra acústica con poderes en el amor y una frase para la historia: “Acoustic guitar, if you think I play hard / Well, you could have belonged to Steve Earle or Charo or Gwar”; y el resumen perfecto a tanto derroche en la paradoja que quizá mejor define muchos instantes de la vida: “The night you can’t remember / The night I can’t forget”.


En “69 Love Songs” hay aguda inteligencia, chispas de genio, amor por el humor y desbocaba pasión por la música.


Stephin Merritt confiesa estar a favor del sentimentalismo si hay justificación para ello. En esta colección de canciones nocturnas generalmente inspiradas en bares gays, la hay. Como también hay aguda inteligencia, chispas de genio, amor por el humor y desbocaba pasión por la música. Es, en fin, una adorable –acaso también obsesiva– demostración de un talento de peso que, tal vez lindando con el caudal poético del último Leonard Cohen, y aferrándose a su panorámica y ejemplar cultura musical, debería obligar a Stephin a empezar a mirar de tú a tú a los grandes nombres del pop alternativo actual. Sin complejos, con orgullo.

Aun necesitando vitaminas de autoestima y no muy sobrado de carisma, Merritt, borracho de cínico romanticismo, de litros de vodka con naranja o de lo que quiera, es nuestro hombre. Definitivamente.





2 ejemplos:
Uno de ellos incluido en la BSO de "Lost in translation" esa maravillosa película de Sofia Coppola.





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